Tala de árboles sin control, algo repetitivo en Chequia |
Tras cruzar por caminos maravillosos a Chequia, dejando las montañas de Beskydy, me encuentro con un nuevo idioma, el checo, y nueva moneda, la korona. Checoslovaquia existió tras el fin de la 1ªGM, a consecuencia de uno de los puntos del Tratado de Versalles con la partición del imperio Austro-Húngaro. De hecho, Chequia y Eslovaquia son independientes geopolíticamente desde 1993. Su separación fue pacífica, a diferencia de la partición de los países de la antigua Yugoslavia con aquella sangrienta guerra de finales de s.XX. El problema fue que junto a otros estados, cuando llegó la 2ªGM, y los años previos, sirvieron a los nazis como lugares de fácil ocupación debido a las facilidades que obtuvieron de pactos secretos con los ingleses, que quisieron calmar al león Hitler otorgando las tierras checoslovacas. No lo consiguieron, simplemente alimentaron las ansisas de ocupación de otros países eslavos, que se tradujo en la invasión del 1 Septiembre de 1939 de Polonia, causa que produjo el estallido de la Guerra.
Tras ello, sería el telón de acero y la época comunista de la región checoslovaca que llevaría al país a un régimen cerrado al mundo occidental. Chequia era el país en el borde con el mundo capitalista, liderado por los estadounidenses. De hecho, era una pequeña joya industrial para Moscú, porque en Chequia había mucho comercio, y se intentó además desde el orden comunista que los checos desarrollaran y potenciaran los servicios. De aquí también vienen los bohemios. El reino de Bohemia estaba en estas tierras, y los jóvenes emigraban a lugares en ebullición y de culto como París para estudiar o buscarse una vida en momentos de la Ilustración. Aquellos jóvenes que vagaban por las barriadas parisinas hace siglos, se les llamaba bohemios por su procedencia, que después con el paso del tiempo quedaría identificado con una forma de vagar, de ser, de concebir a personas, conforme a esa forma de vida que llevaban en su huída a París estos checos de Bohemia.
De hecho, uno de mis primeros contactos en Chequia será con un grupo de jóvenes a caballo, auténticos bohemios que vagan por los montes con lo puesto, y mucho alcohol destilado de ciruelas, el famoso Slivovice. Sorprendido por la estampa, me paro a saludarles y me invitan a unos tragos bajo la caseta dispuesta a orillas del río Vsetínská Becva. Son momentos auténticamente mágicos. Estos tipos estaban a otra altura, además de que nos comunicamos con cierta dificultad pero entrelazando los idiomas eslavos checo, polaco y eslovaco, y obtenemos resultados algo más que aceptables.
Con los 6 jinetes a orillas del río Vsetínská Becva, Chequia |
Ese día continuaría por el río hasta alcanzar otra caseta, donde a la noche cocinaría un caldo maravilloso y calentito de setas del día, recogidas durante la bajada de las montañas, y cercano al pueblo de Ratibor. En mi segundo día en tierras checas, concretamente en la región de Moravia, pedaleaba con mucha tranquilidad. Me paré en el pueblo de Chomyz, en el bar, y pregunté por una Kofola. Era domingo y había ciclistas de ruta tomando la cerveza en este garito regentado por un hombre ucraniano, exiliado hace unos años de su tierra natal. De hecho, sorprendidos por mi acento, mi procedencia, y demás factores, fui inmediatamente invitado a compartir mesa con el jefe y otros ciclistas de la zona, que llevaban más de una cerveza, y además los checos tienen una larguísima tradición cervecera… de hecho, son el país en Europa con mayor número de cerveza per cápita. A partir de aquí, fui el foco de atención -como tantas veces ocurre- y fui constantamente invitado a beber y comer. De hecho, esa noche la pasaría en el pueblo de Rymice, a escasos 10 km de este último pueblo, en casa de Jaroslav e Ivana, checos que andaban con sus bicicletas ese domingo, y que quisieron darme calor local durante toda la jornada. De hecho, fueron unos huéspedes estupendos, con los que pedaleé de vuelta de Chomyz, haciendo parada previa en un pueblo intermedio donde presumirían con sus colegas locales, en el bar, de su amigo español en bicicleta, y mis aventuras.
En el bar de Chomyz, junto con mis huéspedes Jaroslav e Ivana -con cascos azules- |
Jaroslav era el cofundador de una empresa llamada Ekodrill, que da empleo a mucha gente local de los pueblos de la zona. Su casa es la propia sede de la empresa, y tuve un acogimiento muy especial, en una gran casa. Desde allí aproveché para acicalarme y dormir en caliente y bajo techo. Los días siguientes en dirección Praga se tornarían algo fríos y lluviosos, por lo que tuve que hacer frente a situaciones algo más delicadas. Desde casa de Jaroslav, y dadas las lluvias matinales, pude hacer contacto con Marie, una chica de Praga que me hospedaría durante mi estancia en la capital. En mi paseo hacia la gran urbe, aquella que tanto quería visitar desde hace años, tuve momentos bellos, como en el pueblo de Kadov. Durante la jornada hubo muchas lluvias, según lo previsto, además de vientos. Algo sorprendente en Chequia y en los pueblos, son las paradas de autobús, se convierten en pequeñas casetas limpias en su interior -por lo general- y cerradas con ventanas, lo que ofrece un perfecto lugar de reposo en situaciones como la que acontecía. Aquel día, y con tan solo 35 km pedaleados, me paré en este pueblo. Terminé siendo invitado a una cena calentita por una vecina del lugar, de nombre Sharka, a una cerveza checa también, y dormí en el interior de esta parada, entre cuatro paredes, silencioso, acurrucado.
Pedalearía y pedalearía sin más acontecimientos que enfrentarme al viento. Las próximas jornadas serían algo soleadas, y llegaría hasta Praga, adentrándome en la gran urbe. Llevaba más de dos meses sin hacerlo. La gran ciudad. Entrar es lidiar con una selva, con ruidos extremos encajados entre los edificios que imperan a cada lado de las aceras. Zonas industriales primero y después tranvías, coches y semáforos. Es un ritmo del que estoy desprendido. Y me alegro por ello. ¿Pueden y deben las ciudades crecer ilimitadamente? En realidad nunca lo sabremos, pero no debería de ser. El campo y la tierra producida a nivel comarcal necesitan mucha vida. Hay mucha gente, muchos idiomas… la gente habla inglés en las ciudades. Por lo menos para hacer comercio. Allí me dirigí hacia la plaza de la Ciudad Antigua de Praga. Tenía curiosidad por pasear aquella ciudad en que tuvieron lugar acontecimientos como la Primavera de Praga en mayo del 68, tras esos actos de liberalización comunistas provenientes de la cúpula política, y que desembocaron en unos hechos de horror para los checos, cuando los tanques soviéticos invadieron el país por todos lados para frenar esos aires de libre albedrío de aquel comunismo más humanista, que los checos aplaudían. El telon de acero ocultaba hechos que ocurrían mientras el mundo estaba pendiente de las revoluciones en París, Filadelfia… y en otros lugares por parte de estudiantes en tiempos en que la humanidad necesitaba cambios y mucha paz.
Durante los días en Praga pude reposar en casa de Marie, con quien me encontré en los campos de rugby del equipo Sparta. Esta chica era una valiente jugadora de rugby, hecha, fuerte y positiva, con muchas ganas de aventurarse en bicicleta o de cualquier forma. De hecho, fui su primer invitado a través de Warmshowers, para ciclistas por el mundo. Y se lo agradezco mucho. En esta ciudad, que no dejaría de pasear, coincidí con Nacho, un chico argentino con el que acabé probando varias cervezas checas. Este joven viajaba desde el norte sueco hacia Dolomitas, en los Alpes italianos, y buscaba en su camino lugares de escalada. Se movía en su furgo desde hace cinco años, donde disponía de los bienes básicos para irse moviendo cual nómada por Europa, sorteando las estaciones y trabajando por temporadas, normalmente como monitor de esquí.
Tras cuatro días y mucha paz en Praga, reemprendí mi camino hacia el oeste checo. Siempre es difícil desaferrarse de las comodidades de un lugar fijo, de un hogar rápidamente temporal, y volver sobre la incertidumbre de los días en bicicleta. Pensando mucho en mi paso, en mis queridos, en mi querida, y en mis amigos más cercanos. Y que harán, mientras yo despierto en lugares tan preciosos. Solo deseo lo mejor para cada uno, si así se sienten contentos con sus días. Para mi esta transición hasta Alemania, que en poco alcanzaré, se torna en momentos delicados y extraños. Fríos, algo lluviosos por momentos. De hecho, la frontera a través de pequeños caminos llegará en unos 15km, desde donde me despido de tierras eslavas, y desde donde pido buen camino para mi próximo destino, con idioma alemán. Me dirijo hacia la famosa Selva Negra, bosques que desde hace mucho tiempo siempre he querido pisar. Después intentaré visitar a amigos en la ciudad occidental alemana de Karlsruhe. Cruzaré en poco tiempo por Vseruby, última localidad checa.
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Por cierto, el cruce de frontera ha sido un espectáculo. Pequeñas granjas, caminos humildes entre maizales que se tornaban en pastos de rechonchas ovejas, llenas de lana. Incluso aves alzando el vuelo, en solitario o en grupos, caballos enriquecidos, una luz de atardecer encendida a la distancia, entre montañas, anaranjada como el fuego. Sin duda Vseruby es un paso fronterizo con mucho encanto, entre caminos muy aptos para el pedaleante. Desde entonces, o desde ahora, estoy en Alemania, si lo que cambia es el idioma, la cultura local, la moneda y quizás el humor. No lo sé, lo sabré. Aquí hago noche, en el primer pequeño bosque fronterizo, por el que discurre el Camino de Santiago europeo.
————————————REFLEXIONES PERSONALES———————————-
Pedalear es duro, a veces. Hay tantas preguntas que no se pueden responder, y alomejor si las respondes fallas, porque no deberían ser respondidas. Es decir, no tienen una respuesta digna. Por ejemplo, ¿cuántos kms haces al día?, o ¿cuántos kms hasta Madrid?, hablando de kms… quien sabe, depende de tanto. Hay muchos condicionamientos, factores que a priori no pueden tenerse en cuenta. No me ato a nada. Solo a personas y lugares que me caen bien, que merecen mucho mi respeto. De hecho, normalmente es gente anónima, que no publica, que no grita a viva voz su forma de vida presente. Simplemente tratan de hacerlo con el corazón, alejados de todo ruido, guiados por el instinto que les permita seguir desarrollándose interiormente, y además, en sintonía con el medio que les rodea, tratando de consumir lo mínimo y creando mucho, o nada. Depende del momento vital que transcurra. Llegar a verlo y valorarlo requiere mucho camino, lento, y además, requiere dejar de contestar a muchas preguntas. Simplemente alejarte de lo que no quieres es algo tan sonoro, es un proceso precioso que no deja de traer confrontación con los seres queridos. Siempre han de respetar, y valorar al igual que tu recíprocamente también lo harás. Pero no se ha de cuestionar la forma de vida que implica mucho esfuerzo para alcanzar ideales que te dejan ser y estar tranquilo. No quiero ruidos, coches, personas que me paren, que me pregunten por el futuro, que me cuestionen o me analicen, por mucho que promulguen que me quieren. Querer es dejar ser, dejar a uno a su libre albedrío para que alcance sus apetencias vitales. Serán del estándar o no familiar, pero nunca se ha de cuestionar, y simplemente dejar. No hay nada escrito, no hay un debería ser así, no hay un camino que seguir.
Últimamente me surgen muchas preguntas. Pero yo no las respondo. Estoy fatigado de la vanalidad de muchas conversaciones. Entro y no encuentro. Llevo años guiándome por sonidos internos. Familia y amigos es difícil que se pongan en mi lugar, yo en el suyo obviamente tampoco. Cada ser es un mundo. Si vuelvo a mi madretierra quizás sea por un tiempo, quizás más, o menos, pero quiero vida, y que ella sea guiada por mi. Día a día he desarrollado muchas habilidades que alomejor no eran las esperadas para mí, siendo hijo de mis padres, y de mi familia. Pero yo eso no lo elijo, elijo el hecho de querer juntarme y crear con quien me sienta realizado, sin despreciar a nadie, y tratando de mantener un balance. Me apartaré por supuesto de quien trate de cuestionarme o deje de respetar mis decisiones, algo que pude obvervar en mi corto paso por mi tierra en Abril de 2021. No sé que pasará en el camino, ahora me cuesta pedalear, a punto de cruzar a Alemania y dejar las tierras eslavas. Y me cuesta porque dudo de mi tierra, de mi gente. Que quieran parar mis actos, que inciten a que no continúe mi paso vital con personas con las que encuentro satisfacción y encuentro belleza en cada movimiento… y que me pongan al abismo de situaciones forzadas por enfados sin razón alguna. Entonces tendré que dejar de querer, si no se me quiere así.
He trabajado duro estos años, mucho además. No derrocho y no voy a hacerlo. No necesito más que se me deje, si no yo me alejaré voluntariamente. Si quiero reparar bicis, adelante. Si quiero explorar espacios terrestres en bicicleta o a pie, solo o acompañado, adelante. Siempre acorde a valores que me permitan seguir en sintonía conmigo y el medio que me rodea. Quiero verde y quiero gente que entienda lo que intento expresar aquí.
Mi querido hijo hace tiempo dejamos de cuestionar tus decisiones; eres adulto y solo tu debes decidir sobre tu vida, pero piensa lo importante que eres para nosotros, solo tu bienestar y felicidad, nos permite a nosotros poder estar bien. No saber cómo estás o donde nos causa preocupación infinita y tus noticias nos proporcionan alegría de vivir. Escribes unas cosas preciosas, aunque a veces me causan desasosiego. Te deseo buena marcha mi niño y que sepas que hagas lo que hagas, estés con quien estés y donde estés, siempre me tendrás contigo.Tkm
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