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Daria y yo. Día de reemprender ruta tras tres noches al calor en el albergue Hala Krupowa |
El 7 de septiembre de 2021 concluyo, junto a Dari, 700km a pie por las cordilleras polacas. Tras el ascenso a Babia Góra -la montaña que el famoso Papa polaco Juan Pablo II tanto transitaba-, en condiciones atmosféricas muy desfavorables, y alcanzar el albergue Hala Krupowa, donde recuperamos fuerzas al calor del fuego y las sopas del lugar, durante tres días, esperando a ver una mínima apertura del cielo, decidimos reemprender camino junto a Roni, el colega eslovaco. Dejando constantemente atrás el pico más elevado del camino Bezkidzki por el que transitamos, Babia Góra, localmente conocida como la montaña del diablo, y cuya cumbre se encuentra constantemente con un microclima rodeado de nubes que no le dejan asomar, seguimos camino hacia Luban, un pico suave -1.211m -, haciendo noche previa en un refugio de montaña dispuesto para el alpinista dentro del Parque Nacional de Gorczan, evitando la exposición de la tienda de campaña al frío nocturno y tratando de ganar grados de calor -durante mes y medio de camino estamos provistos de material estival mínimo, lo que dificulta el abrigo en noches muy frías e inesperadas-. Estos refugios ahora semiconservados por el distrito natural protegido, son los refugios de monte de pastores que en época estival viven con su ganado en zonas de alta montaña -en polaco, los Gorals, grupo étnico de las montañas entre Polonia, Eslovaquia y Rep. Checa- y que en nuestro paso por otras cabañas al atardecer, coincidiremos con ellos.
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Desde la torre en Luban, con mi té calentito, al fondo las montañas Tatra y el lago Czorsztynskie (dcha), que una vez transitamos en bici |
En Luban, donde haremos noche bajo cumbre rodeados de una intensa niebla primero, y con cielo estrellado después, dormiremos otra vez bajo techo protegidos en cabaña, y pasaremos una velada al fuego junto a locales de la zona, cociendo a fuego lento sobre la piedra atestada de calor una sopa de setas recolectadas del día -y con muchos nuevos ejemplares que probar-, y nos ofrecerán la mítica salchicha polaca ‘kielbasa’. De hecho, aprovecho para relatar esta tradición polaca. En cualquier esquina y entorno natural en Polonia -incluso anoche, donde me encuentro ahora, a orillas del río Wisloka en el pueblo de Krempna, unos paisanos jubilados me invitaron a poner las ‘kielbasas’ al fuego de la hoguera-, desde mi humilde experiencia recorrida por estas tierras, siempre existe un espacio reservado para una hoguera en cualquier lugar, junto a troncos y palos jóvenes, de madera más húmeda, y afilados en su punta, que servirán para poner las salchichas al fuego, mientras todos se reunirán en círculo al calor de la hoguera. Desde los más pequeños a los más mayores conservan una forma de reunión ancestral y esencial del ser humano, sencilla y tan digna como la cocina más premiada. Implica un lado social muy profundo, junto a una forma de combatir el frescor de las noches que acechan. De hecho, no puedo contar las veces que he sido invitado a formar parte de una hoguera y asar en el fuego durante los últimos cuatro meses y medio que llevamos en movimiento. Incontables. En la noche de Luban, introduciremos piedras de la hoguera en la tienda de campaña que nos mantienen con un calor muy apreciable. Desde entonces, esa será una buena estrategia.
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Vistas de la zona de acampada en Luban. Foto tomada desde la torre de cumbre |
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'Kielbasa' al calor de la hoguera matinal, como costumbre sin duda en Polonia |
Al día siguiente pasaremos por el valle, en el pueblo Kroscienko, a orillas del rio Dunajec, donde buscaremos hambrientos un lugar de cocina polaca, en este caso, el tan auténtico Miza Bar, donde como siempre, por unos pocos zlotis -moneda polaca, al cambio del euro son 4,5 zlotis-, tendremos platos y bebida local de escándalo cocinados por un matrimonio del lugar. Desde allí repondremos fuerzas para continuar los últimos 30 km hasta Rytro. Durante estas últimas jornadas voy a tener un momento muy especial e impredecible, quizás mágico por lo soñado. Me encontraré en una ladera de hayas, la tan esperada seta ‘phalloides’, llamado el hongo mortal, por ser el más letal en Europa -causa el 90% de los fallecimientos por ingestión de setas tóxicas-, y quedaré fascinado, a parte por su contemplación, porque durante años he querido indagar en el mundo micológico y estos últimos meses he ejecutado gran parte de lo aprendido por libros y práctica diaria. De hecho, es una forma maravillosa de mirar los bosques y disfrutarlos al paso, observando la interconexión de la naturaleza por excelencia. Durante el atardecer seguiremos camino nocturno para resguardarnos en nuestra última noche de albergue, en Przehybie, a 1.155m, donde a la mañana siguiente, y tras un buen asado al fuego, contemplaremos con el café los picos más altos de Polonia, las montañas Tatra, por encima de los 2.500m.
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Roni y yo. Café de la mañana en la terraza del último albergue que pisaremos, Przehybie, con los picos más altos en Polonia al fondo |
La bajada al valle se tornará la última jornada del camino a pie, hacia el pueblo Rytro, a orillas del río Poprad. Subiré junto a Daria a las ruinas del antiguo castillo del pueblo para divisar un lugar en el que acometer un fuego y pasar la noche. Esperamos a Roni y su colega Peter, eslovaco que se incorpora junto a su amigo para continuar en nuestra ausencia, y dormiremos en la antigua fortaleza abierta, junto a piedras recién sacadas de la hoguera y deleitados por aullidos de ciervos en celo. Desde allí divisamos el valle, preparando tés matinales y una sopa, despidiéndonos de los eslovacos, que seguirán camino por pocos días más.
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Acampada en los muros de las ruinas del castillo en Rytro, donde conlcuimos 700 km a pie por las montañas polacas |
Volvemos en trenes y bus hacia el lugar familiar de Daria, en Domaradz. Allí aguarda mi bicicleta. Entrecruce de sentimientos. Se acerca una despedida temporal, tras muchas aventuras y momentos de vida conjuntos en más de dos años, desde nuestro encuentro en Bosnia, del que ya habrá espacio para relatar. Durante estos días previos de descanso, de preparación de nuevo, acogido por los Sobieski, con mucha hospitalidad recibida en una tierra labrada y en constante cambio y crecimiento, disfruto de los últimos momentos en tierras polacas. Soy ibérico, mi clima es templado, y vuelvo hacia latitudes más calurosas, mínimo por un tiempo, para encontrar otras oportunidades y visitar mi tierra. Ella marcha hacia el Norte, a Noruega, a encontrar una oportunidad laboral temporal que le permita seguir financiando sus sueños, su aventura, su crecimiento vital, en una época en que cruzar fronteras lejanas se torna algo complicado.
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Daria y yo, de despedida en la casa familiar de Domaradz |
Anoche, tras mi comienzo al pedal en solitario, y tras dejar atrás la última ciudad polaca Dukla, previo al cruce que realizaré hoy a tierras eslovacas, en apenas 15 km, fui invitado por los buenos de Winek y Janek al fuego de su hoguera, a orillas del río Wisloka, en Krempna, junto a salchichas asadas y tés bien calientes. Tras casi dos años en Polonia, en solitario muestro la capacidad de comunicación a través de una lengua completamente desconocida para los latinos, el polaco -como idioma eslavo-, y que gracias a tanta labor y entrecruce con gente local, he podido poner tanto en práctica. Sorprendidos por ello, y sintiéndome tan bien arropado en mi última noche en Polonia, dormiré en la cabaña junto al fuego, caliente y pensativo, sabiendo que echaré de menos, por un tiempo o por más, esta cultura que tanto tiene de bueno y primitivo, y que tanta vida me ha dado.
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Mis incursiones en el último año, en bicicleta y a pie, en tierras que me han acogido con tanto cariño. En rojo mi ruta actual en bicicleta |
Que pasada Kikinho! Buen viaje de vuelta. Abrazo fuerte
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