Y crucé. Tras casi dos años, salí de Polonia pedaleando. Los primeros días en el noreste de Eslovaquia me pillaron desubicado. Sin un lugar al que agarrarme. El idioma es similar al polaco, aunque depende de la región. Los países de la antigua Checoslovaquia, actualmente Eslovaquia y Chequia, surgen como tales y reconocidos tras la 1ª GM. Los idiomas varían en función de la región, se entremezclan debido a la cantidad de reinos y tribus que componían estas tierras, aunque desde el s.XX se trata de mantener cierta unidad lingüistica.
Tras cruzar y empezar a bajar de las montañas, desemboqué en la primera urbe eslovaca: Bardejov, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Nada más pisar el extrarradio de este entorno, tuve un recibimiento inesperado. Un ciclista local me acompañó y guío por su ciudad, pequeña, mientras me comentaba generalidades de la región, poblada desde la Edad de Piedra, y además, me quiso mostrar la gran plaza central, una auténtica maravilla medieval. Recuerdo que se venía rápida la puesta de Sol, y tuve que salir del entorno urbano para encontrar un lugar en el que acampar.
Las puestas de Sol marcan el tiempo, al igual que los amaneceres. Dejé el reloj para tratar de guiar mis pasos temporales a través de la claridad de los días, o de las condiciones atmosféricas. El tiempo de luz se acorta desde el solsticio de verano, y eso implica menos espacio para la luz y la claridad de los días. También es cierto que en momentos previos a ese solsticio veraniego, las noches eran tan cortas, que a penas había oscuridad en latitudes cercanas al mar Báltico. A las 2am el Sol hacía su salida. Ahora, y a finales de septiembre, la búsqueda de un lugar apropiado para descansar comienza a partir de las 18h, lo que implica un descanso maravilloso desde las 19-20h, cuando la vida nocturna desaparece en las zonas rurales, donde el silencio impera, y donde el ruido aparecerá con el canto de los pájaros a las 6am del próximo amanecer. De hecho, la vida urbana desubica al forastero, en mi caso. No existe esa concepción del movimiento a través de la luz solar y además, creo que es difícil retomarla, porque suena incluso a locura, cuando en realidad está dentro del humano, como animal y nómada que siempre fue. Y es algo maravilloso, simplemente tu cuerpo y tu mente descansan cuando la naturaleza y el reloj natural vital lo marcan. Es puro agradecimiento.
Aquella noche después de esta pasada express por Bardejov, llegué tarde. La oscuridad se venía encima más rápido de lo habitual, quizás demasiado tiempo sin percibirlo, o sin prestar atención a este factor tan determinante. Me adentré en el barro de un camino cercano al río Toplá, que me dejó atascado, además tuve que lidiar para salir lo mínimo perjudicado en términos de suciedad de ese barrizal, que parecía tragárseme junto a mi bicicleta.
Me sorprendió la inmensa población gitana en el centro y norteste eslovaco. He pasado cantidad de poblaciones gitanas, entendiendo su disposición y sus asentamientos. Al fin y al cabo he sido acogido por gitanos en otros lugares como en Serbia y en Rumanía. Son poblaciones humanas y tan ricas como cualquiera, pero con un historial poco respetado por las poblaciones locales de los lugares -nunca han tenido una tierra fija, son los nómadas por excelencia-. Esta gente, de pieles más morenas y costumbres muy únicas, son originales de las zonas del norte indio -así se entiende su configuración estética tan similar a los indios actuales-. Nómadas que hace muchos siglos pusieron rumbo hacia occidente en caravanas tiradas por sus caballos. De hecho, en zonas muy orientales europeas, como en Rumanía, todavía es posible encontrar carros de gitanos, casas enteras dispuestas en un carro y tirado por caballos. Los pequeños tratarán de pedirte una ayuda económica como forastero sobre la bicicleta, y tratarán de poner la mejor de sus sonrisas pese a todo, en caminos rurales poco asfaltados.
En Eslovaquia conceden ayudas muy cuantiosas a familias con cinco nacimientos o más, lo que otorga facilidad para la gran fertilidad. Son debotos de la gran población y del mantenimiento de poblados patriarcales en los que las unidades familiares y los clanes serán algo muy poderoso, y a lo que se deberá ofrecer respeto. En mi paso, los niños juegan en campos de futbol infinitos, praderas irregularmente cortadas con campos cultivados y crecidos en sus fondos. Montañas suaves a la distancia que otorgan unas vistas privilegiadas para aquellos pequeños, que a mi paso correrán tratando de conocer más a cerca de mi disposición y destino, mientras un patriarca saldrá corriendo vociferando cualquier tipo de sonido que asusta al ganado juvenil, y hará que se produzca un efectivo despliegue y revuelo.
Seguí por las orillas del río Poprad. Este río, para mi ya conocido porque también pasa por Polonia, discurre a lo largo de caminos muy transitados. Las carreteras grandes y transitadas se suceden constantemente en Eslovaquia, y sorprendido por ello trato de esquivarlo, con poco acierto. Eslovaquia es una región surcada por montañas con pocos valles y llanuras, por donde habrá carreteras principales. Los cuellos de botella son nefastos para pedalear, y en Eslovaquia no encuentro otras salidas menos principales y livianas. Por ello decido hacer más kilométros, decenas de más, con el fin de alcanzar caminos como el que discurre por las montañas Nizke Tatry -los bajos Tatra-, en su zona norte, y así dirijirme hacia el occidente eslovaco cercano al lago de Liptovská Mara por zonas más relajadas de coches y camiones.
Durante mi tránsito por el valle de estas montañas, y hasta el gran lago comentado, pedalearé con un chico ucraniano, asentado y trabajador en un resort de alta montaña en Eslovaquia. Me sorprende su predisposición a no querer que su madre tierra, Ucrania, siga resistiéndose a ser independiente de Rusia. Insiste en la necesidad de favorecer una paz en el oriente ucraniano mediante la toma de la región por los rusos, y así evitando un mayor conflicto, perdiendo cualquier tradición y folclore local en pos de la comunidad con los rusos. De hecho insiste en la inexistencia de una raíz ucraniana digna de ser considerada tradición popular que sostener, desde el idioma hasta las tradiciones locales más recónditas. Sorprendido por ello, y pensando que no me gustaría que todo se convierta en uno solo, que la particularidad dejara el camino abierto a la generalidad, y la distinción fuera considerada inexistente, en el buen término de la palabra, en que todos respetaran el folclore sin que sea motivo de repulsa o conflicto, sino simplemente de alabanza y riqueza entre las distintas poblaciones y asentamientos humanos. Continuo mi camino para hacer una noche magnífica, a orillas de este gran lago Liptovská Mara, acometiendo una pequeña hoguera.
Los próximos días intentaré alcanzar el borde fronterizo con la zona oriental de Chequia. En el camino, atestado de manzanas y ciruelas silvestres a cada lado, acamparé a lo alto del monte en Zázrivá, donde mi joven vecina de la casa de abajo, Anna, en una casa antigua de madera de principios del s.XX, y sorprendida por mi presencia, vendrá a mantener una conversación eslovaca-polaca -nada mal comunicación-, para darme unos comestibles deliciosos. Ese mismo atardecer, mi tienda de campaña romperá -tras 400 acampadas y más de 10.000km- alguna de las varillas, que harán desde ese momento que mi tienda no sea un lugar de reposo totalmente estable y seguro -aunque más o menos lo es, porque he conseguido hacer un pequeño apaño-.
Decidí hacer un paso fronterizo de montaña y poco transitado, a través de una pequeña carretera preciosa, rodeada de bosques de abetos que pueblan las últimas montañas occidentales de los Cárpatos, Beskydy. Tras mi parada en Kasárne, una pequeña estación de esquí justo en la frontera con Chequia, en la tradicional región de montaña del reino de Valachia, pregunto por una Kofola a un hombre de la región -esta bebida es típica de la antigua Checoslovaquia, que se empieza a producir como la 'cola' local en los años del comunismo-, Jaroslav, que regenta un pequeño hotel y bar. Acabo siendo invitado, el tipo soprendido por mi bicicleta y mi aventura, a beber Kofola y Slivovice casero -este licor se crea a partir de la ciruela destilada, es fuerte en contenido en alcohol-, y a dormir en la sala de conferencias de este pequeño refugio, llamado Hotel Hájenka, donde ciclistas profesionales se hospedan en temporadas estivales de entrenamiento o carreras como la Vuelta a Eslovaquia. Al día siguiente, y apresurado por las lluvias, que no cesan en las montañas, cruzaré a Chequia por la región oriental de Moravia, donde ya en el valle las temperaturas se suavizarán, y donde la moneda dejará de ser el Euro para volver a ser diferente: la Corona checa. No sin antes encontrar un universo de setas en las laderas de estos bosques tan poco pisados. Delicia para la sopa nocturna de ese mismo día.
Plaza central en Bardejov, Patrimonio de la Humanidad. Primer día en Eslovaquia |
Amanecer en el lago Liptovská Mara, con las montañas Nizke Tatry de fondo, Eslovaquia occidental |
El campo está repleto de frutos a final de verano. Bayas de saúco muy saludables para un buen zumo |
Vistas preciosas en el atardecer por el camino a orillas del río Orava, previo a las elevaciones hacia Chequia |
Vistas desde Zázrivá, con la tienda algo derruida, Eslovaquia |
La ciruela está en cualquier camino, como las manzanas. Es muy aprovechada para licores locales |
Abetos y más abetos en mi ascenso hacia Kasárne, en el cruce hacia Chequia |
Kofola 'cola' comunista y Slivovice, licor de ciruelas, acogido e invitado por Jaroslav en el Hotel de montaña Hájenka, en la región de Valachian |