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lunes, 20 de septiembre de 2021

ESLOVAQUIA | 400KM POR LA REGIÓN NORTE

Y crucé. Tras casi dos años, salí de Polonia pedaleando. Los primeros días en el noreste de Eslovaquia me pillaron desubicado. Sin un lugar al que agarrarme. El idioma es similar al polaco, aunque depende de la región. Los países de la antigua Checoslovaquia, actualmente Eslovaquia y Chequia, surgen como tales y reconocidos tras la 1ª GM. Los idiomas varían en función de la región, se entremezclan debido a la cantidad de reinos y tribus que componían estas tierras, aunque desde el s.XX se trata de mantener cierta unidad lingüistica. 

Tras cruzar y empezar a bajar de las montañas, desemboqué en la primera urbe eslovaca: Bardejov, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Nada más pisar el extrarradio de este entorno, tuve un recibimiento inesperado. Un ciclista local me acompañó y guío por su ciudad, pequeña, mientras me comentaba generalidades de la región, poblada desde la Edad de Piedra, y además, me quiso mostrar la gran plaza central, una auténtica maravilla medieval. Recuerdo que se venía rápida la puesta de Sol, y tuve que salir del entorno urbano para encontrar un lugar en el que acampar. 

Las puestas de Sol marcan el tiempo, al igual que los amaneceres. Dejé el reloj para tratar de guiar mis pasos temporales a través de la claridad de los días, o de las condiciones atmosféricas. El tiempo de luz se acorta desde el solsticio de verano, y eso implica menos espacio para la luz y la claridad de los días. También es cierto que en momentos previos a ese solsticio veraniego, las noches eran tan cortas, que a penas había oscuridad en latitudes cercanas al mar Báltico. A las 2am el Sol hacía su salida. Ahora, y a finales de septiembre, la búsqueda de un lugar apropiado para descansar comienza a partir de las 18h, lo que implica un descanso maravilloso desde las 19-20h, cuando la vida nocturna desaparece en las zonas rurales, donde el silencio impera, y donde el ruido aparecerá con el canto de los pájaros a las 6am del próximo amanecer. De hecho, la vida urbana desubica al forastero, en mi caso. No existe esa concepción del movimiento a través de la luz solar y además, creo que es difícil retomarla, porque suena incluso a locura, cuando en realidad está dentro del humano, como animal y nómada que siempre fue. Y es algo maravilloso, simplemente tu cuerpo y tu mente descansan cuando la naturaleza y el reloj natural vital lo marcan. Es puro agradecimiento. 

Aquella noche después de esta pasada express por Bardejov, llegué tarde. La oscuridad se venía encima más rápido de lo habitual, quizás demasiado tiempo sin percibirlo, o sin prestar atención a este factor tan determinante. Me adentré en el barro de un camino cercano al río Toplá, que me dejó atascado, además tuve que lidiar para salir lo mínimo perjudicado en términos de suciedad de ese barrizal, que parecía tragárseme junto a mi bicicleta. 

Me sorprendió la inmensa población gitana en el centro y norteste eslovaco. He pasado cantidad de poblaciones gitanas, entendiendo su disposición y sus asentamientos. Al fin y al cabo he sido acogido por gitanos en otros lugares como en Serbia y en Rumanía. Son poblaciones humanas y tan ricas como cualquiera, pero con un historial poco respetado por las poblaciones locales de los lugares -nunca han tenido una tierra fija, son los nómadas por excelencia-. Esta gente, de pieles más morenas y costumbres muy únicas, son originales de las zonas del norte indio -así se entiende su configuración estética tan similar a los indios actuales-. Nómadas que hace muchos siglos pusieron rumbo hacia occidente en caravanas tiradas por sus caballos. De hecho, en zonas muy orientales europeas, como en Rumanía, todavía es posible encontrar carros de gitanos, casas enteras dispuestas en un carro y tirado por caballos. Los pequeños tratarán de pedirte una ayuda económica como forastero sobre la bicicleta, y tratarán de poner la mejor de sus sonrisas pese a todo, en caminos rurales poco asfaltados. 

En Eslovaquia conceden ayudas muy cuantiosas a familias con cinco nacimientos o más, lo que otorga facilidad para la gran fertilidad. Son debotos de la gran población y del mantenimiento de poblados patriarcales en los que las unidades familiares y los clanes serán algo muy poderoso, y a lo que se deberá ofrecer respeto. En mi paso, los niños juegan en campos de futbol infinitos, praderas irregularmente cortadas con campos cultivados y crecidos en sus fondos. Montañas suaves a la distancia que otorgan unas vistas privilegiadas para aquellos pequeños, que a mi paso correrán tratando de conocer más a cerca de mi disposición y destino, mientras un patriarca saldrá corriendo vociferando cualquier tipo de sonido que asusta al ganado juvenil, y hará que se produzca un efectivo despliegue y revuelo. 

Seguí por las orillas del río Poprad. Este río, para mi ya conocido porque también pasa por Polonia, discurre a lo largo de caminos muy transitados. Las carreteras grandes y transitadas se suceden constantemente en Eslovaquia, y sorprendido por ello trato de esquivarlo, con poco acierto. Eslovaquia es una región surcada por montañas con pocos valles y llanuras, por donde habrá carreteras principales. Los cuellos de botella son nefastos para pedalear, y en Eslovaquia no encuentro otras salidas menos principales y livianas. Por ello decido hacer más kilométros, decenas de más, con el fin de alcanzar caminos como el que discurre por las montañas Nizke Tatry -los bajos Tatra-, en su zona norte, y así dirijirme hacia el occidente eslovaco cercano al lago de Liptovská Mara por zonas más relajadas de coches y camiones. 

Durante mi tránsito por el valle de estas montañas, y hasta el gran lago comentado, pedalearé con un chico ucraniano, asentado y trabajador en un resort de alta montaña en Eslovaquia. Me sorprende su predisposición a no querer que su madre tierra, Ucrania, siga resistiéndose a ser independiente de Rusia. Insiste en la necesidad de favorecer una paz en el oriente ucraniano mediante la toma de la región por los rusos, y así evitando un mayor conflicto, perdiendo cualquier tradición y folclore local en pos de la comunidad con los rusos. De hecho insiste en la inexistencia de una raíz ucraniana digna de ser considerada tradición popular que sostener, desde el idioma hasta las tradiciones locales más recónditas. Sorprendido por ello, y pensando que no me gustaría que todo se convierta en uno solo, que la particularidad dejara el camino abierto a la generalidad, y la distinción fuera considerada inexistente, en el buen término de la palabra, en que todos respetaran el folclore sin que sea motivo de repulsa o conflicto, sino simplemente de alabanza y riqueza entre las distintas poblaciones y asentamientos humanos. Continuo mi camino para hacer una noche magnífica, a orillas de este gran lago Liptovská Mara, acometiendo una pequeña hoguera.

Los próximos días intentaré alcanzar el borde fronterizo con la zona oriental de Chequia. En el camino, atestado de manzanas y ciruelas silvestres a cada lado, acamparé a lo alto del monte en Zázrivá, donde mi joven vecina de la casa de abajo, Anna, en una casa antigua de madera de principios del s.XX, y sorprendida por mi presencia, vendrá a mantener una conversación eslovaca-polaca -nada mal comunicación-, para darme unos comestibles deliciosos. Ese mismo atardecer, mi tienda de campaña romperá -tras 400 acampadas y más de 10.000km- alguna de las varillas, que harán desde ese momento que mi tienda no sea un lugar de reposo totalmente estable y seguro -aunque más o menos lo es, porque he conseguido hacer un pequeño apaño-. 

Decidí hacer un paso fronterizo de montaña y poco transitado, a través de una pequeña carretera preciosa, rodeada de bosques de abetos que pueblan las últimas montañas occidentales de los Cárpatos, Beskydy. Tras mi parada en Kasárne, una pequeña estación de esquí justo en la frontera con Chequia, en la tradicional región de montaña del reino de Valachia, pregunto por una Kofola a un hombre de la región -esta bebida es típica de la antigua Checoslovaquia, que se empieza a producir como la 'cola' local en los años del comunismo-, Jaroslav, que regenta un pequeño hotel y bar. Acabo siendo invitado, el tipo soprendido por mi bicicleta y mi aventura, a beber Kofola y Slivovice casero -este licor se crea a partir de la ciruela destilada, es fuerte en contenido en alcohol-, y a dormir en la sala de conferencias de este pequeño refugio, llamado Hotel Hájenka, donde ciclistas profesionales se hospedan en temporadas estivales de entrenamiento o carreras como la Vuelta a Eslovaquia. Al día siguiente, y apresurado por las lluvias, que no cesan en las montañas, cruzaré a Chequia por la región oriental de Moravia, donde ya en el valle las temperaturas se suavizarán, y donde la moneda dejará de ser el Euro para volver a ser diferente: la Corona checa. No sin antes encontrar un universo de setas en las laderas de estos bosques tan poco pisados. Delicia para la sopa nocturna de ese mismo día. 

 

Plaza central en Bardejov, Patrimonio de la Humanidad. Primer día en Eslovaquia


Amanecer en el lago Liptovská Mara, con las montañas Nizke Tatry de fondo, Eslovaquia occidental


El campo está repleto de frutos a final de verano. Bayas de saúco muy saludables para un buen zumo


Vistas preciosas en el atardecer por el camino a orillas del río Orava, previo a las elevaciones hacia Chequia


Vistas desde Zázrivá, con la tienda algo derruida, Eslovaquia


La ciruela está en cualquier camino, como las manzanas. Es muy aprovechada para licores locales


Abetos y más abetos en mi ascenso hacia Kasárne, en el cruce hacia Chequia


Kofola 'cola' comunista y Slivovice, licor de ciruelas, acogido e invitado por Jaroslav en el Hotel de montaña Hájenka, en la región de Valachian


Río Váh, un reflejo impecable



sábado, 11 de septiembre de 2021

ADIOS A POLONIA | DE VUELTA AL PEDAL


Daria y yo. Día de reemprender ruta tras tres noches al calor en el albergue Hala Krupowa

El 7 de septiembre de 2021 concluyo, junto a Dari, 700km a pie por las cordilleras polacas. Tras el ascenso a Babia Góra -la montaña que el famoso Papa polaco Juan Pablo II tanto transitaba-, en condiciones atmosféricas muy desfavorables, y alcanzar el albergue Hala Krupowa, donde recuperamos fuerzas al calor del fuego y las sopas del lugar, durante tres días, esperando a ver una mínima apertura del cielo, decidimos reemprender camino junto a Roni, el colega eslovaco. Dejando constantemente atrás el pico más elevado del camino Bezkidzki por el que transitamos, Babia Góra, localmente conocida como la montaña del diablo, y cuya cumbre se encuentra constantemente con un microclima rodeado de nubes que no le dejan asomar, seguimos camino hacia Luban, un pico suave -1.211m -, haciendo noche previa en un refugio de montaña dispuesto para el alpinista dentro del Parque Nacional de Gorczan, evitando la exposición de la tienda de campaña al frío nocturno y tratando de ganar grados de calor -durante mes y medio de camino estamos provistos de material estival mínimo, lo que dificulta el abrigo en noches muy frías e inesperadas-. Estos refugios ahora semiconservados por el distrito natural protegido, son los refugios de monte de pastores que en época estival viven con su ganado en zonas de alta montaña -en polaco, los Gorals, grupo étnico de las montañas entre Polonia, Eslovaquia y Rep. Checa- y que en nuestro paso por otras cabañas al atardecer, coincidiremos con ellos.

 

Desde la torre en Luban, con mi té calentito, al fondo las montañas Tatra y el lago Czorsztynskie (dcha), que una vez transitamos en bici

En Luban, donde haremos noche bajo cumbre rodeados de una intensa niebla primero, y con cielo estrellado después, dormiremos otra vez bajo techo protegidos en cabaña, y pasaremos una velada al fuego junto a locales de la zona, cociendo a fuego lento sobre la piedra atestada de calor una sopa de setas recolectadas del día -y con muchos nuevos ejemplares que probar-, y nos ofrecerán la mítica salchicha polaca ‘kielbasa’. De hecho, aprovecho para relatar esta tradición polaca. En cualquier esquina y entorno natural en Polonia -incluso anoche, donde me encuentro ahora, a orillas del río Wisloka en el pueblo de Krempna, unos paisanos jubilados me invitaron a poner las ‘kielbasas’ al fuego de la hoguera-, desde mi humilde experiencia recorrida por estas tierras, siempre existe un espacio reservado para una hoguera en cualquier lugar, junto a troncos y palos jóvenes, de madera más húmeda, y afilados en su punta, que servirán para poner las salchichas al fuego, mientras todos se reunirán en círculo al calor de la hoguera. Desde los más pequeños a los más mayores conservan una forma de reunión ancestral y esencial del ser humano, sencilla y tan digna como la cocina más premiada. Implica un lado social muy profundo, junto a una forma de combatir el frescor de las noches que acechan. De hecho, no puedo contar las veces que he sido invitado a formar parte de una hoguera y asar en el fuego durante los últimos cuatro meses y medio que llevamos en movimiento. Incontables. En la noche de Luban, introduciremos piedras de la hoguera en la tienda de campaña que nos mantienen con un calor muy apreciable. Desde entonces, esa será una buena estrategia. 


Vistas de la zona de acampada en Luban. Foto tomada desde la torre de cumbre



'Kielbasa' al calor de la hoguera matinal, como costumbre sin duda en Polonia

Al día siguiente pasaremos por el valle, en el pueblo Kroscienko, a orillas del rio Dunajec, donde buscaremos hambrientos un lugar de cocina polaca, en este caso, el tan auténtico Miza Bar, donde como siempre, por unos pocos zlotis -moneda polaca, al cambio del euro son 4,5 zlotis-, tendremos platos y bebida local de escándalo cocinados por un matrimonio del lugar. Desde allí repondremos fuerzas para continuar los últimos 30 km hasta Rytro. Durante estas últimas jornadas voy a tener un momento muy especial e impredecible, quizás mágico por lo soñado. Me encontraré en una ladera de hayas, la tan esperada seta ‘phalloides’, llamado el hongo mortal, por ser el más letal en Europa -causa el 90% de los fallecimientos por ingestión de setas tóxicas-, y quedaré fascinado, a parte por su contemplación, porque durante años he querido indagar en el mundo micológico y estos últimos meses he ejecutado gran parte de lo aprendido por libros y práctica diaria. De hecho, es una forma maravillosa de mirar los bosques y disfrutarlos al paso, observando la interconexión de la naturaleza por excelencia. Durante el atardecer seguiremos camino nocturno para resguardarnos en nuestra última noche de albergue, en Przehybie, a 1.155m, donde a la mañana siguiente, y tras un buen asado al fuego, contemplaremos con el café los picos más altos de Polonia, las montañas Tatra, por encima de los 2.500m. 


Roni y yo. Café de la mañana en la terraza del último albergue que pisaremos, Przehybie, con los picos más altos en Polonia al fondo

La bajada al valle se tornará la última jornada del camino a pie, hacia el pueblo Rytro, a orillas del río Poprad. Subiré junto a Daria a las ruinas del antiguo castillo del pueblo para divisar un lugar en el que acometer un fuego y pasar la noche. Esperamos a Roni y su colega Peter, eslovaco que se incorpora junto a su amigo para continuar en nuestra ausencia, y dormiremos en la antigua fortaleza abierta, junto a piedras recién sacadas de la hoguera y deleitados por aullidos de ciervos en celo. Desde allí divisamos el valle, preparando tés matinales y una sopa, despidiéndonos de los eslovacos, que seguirán camino por pocos días más. 


Acampada en los muros de las ruinas del castillo en Rytro, donde conlcuimos 700 km a pie por las montañas polacas

Volvemos en trenes y bus hacia el lugar familiar de Daria, en Domaradz. Allí aguarda mi bicicleta. Entrecruce de sentimientos. Se acerca una despedida temporal, tras muchas aventuras y momentos de vida conjuntos en más de dos años, desde nuestro encuentro en Bosnia, del que ya habrá espacio para relatar. Durante estos días previos de descanso, de preparación de nuevo, acogido por los Sobieski, con mucha hospitalidad recibida en una tierra labrada y en constante cambio y crecimiento, disfruto de los últimos momentos en tierras polacas. Soy ibérico, mi clima es templado, y vuelvo hacia latitudes más calurosas, mínimo por un tiempo, para encontrar otras oportunidades y visitar mi tierra. Ella marcha hacia el Norte, a Noruega, a encontrar una oportunidad laboral temporal que le permita seguir financiando sus sueños, su aventura, su crecimiento vital, en una época en que cruzar fronteras lejanas se torna algo complicado.


Daria y yo, de despedida en la casa familiar de Domaradz

Anoche, tras mi comienzo al pedal en solitario, y tras dejar atrás la última ciudad polaca Dukla, previo al cruce que realizaré hoy a tierras eslovacas, en apenas 15 km, fui invitado por los buenos de Winek y Janek al fuego de su hoguera, a orillas del río Wisloka, en Krempna, junto a salchichas asadas y tés bien calientes. Tras casi dos años en Polonia, en solitario muestro la capacidad de comunicación a través de una lengua completamente desconocida para los latinos, el polaco -como idioma eslavo-, y que gracias a tanta labor y entrecruce con gente local, he podido poner tanto en práctica. Sorprendidos por ello, y sintiéndome tan bien arropado en mi última noche en Polonia, dormiré en la cabaña junto al fuego, caliente y pensativo, sabiendo que echaré de menos, por un tiempo o por más, esta cultura que tanto tiene de bueno y primitivo, y que tanta vida me ha dado. 


Mis incursiones en el último año, en bicicleta y a pie, en tierras que me han acogido con tanto cariño. En rojo mi ruta actual en bicicleta


miércoles, 1 de septiembre de 2021

POLONIA | BORRASCA Y CUMBRE EN BABIA GÓRA



Diez dias de borrasca en Centroeuropa, ininterrumpidos. Las montañas cargadas de agua, bajo nubes que las cubren. Las temperaturas descendidas a casi 0 grados, en pleno final de agosto. El video, que muy dificilmente pude ejecutar, muestra una de tantas situaciones en aventura que muchas veces no pueden ser documentadas, y son la pura realidad del momento. Y esto son solo dosmiles europeos.

Tras dejar Rysianka y recibir simpatía y gratitud de personas que escuchan nuestras andanzas, nos encontraremos con Ronald, un tipo eslovaco, joven médico, alpinista en sus tiempos libres, y con el que compartiremos camino las siguientes jornadas. Caminamos por la cresta constantemente, frontera natural entre Polonia y Eslovaquia, y llegaremos a la base Głuchaczki, tras 20km, lugar remoto previo al Parque Nacional de Babiogór, donde haremos noche en tiendas de campaña militares, y cocinaremos al fuego junto a unos pocos alpinistas del lugar. 


De allí, y bajo las grandes nubes, caminamos para refugiarnos de la gran borrasca en el refugio de Markowe Szczawiny, la noche previa al ascenso a Babia Góra, pico más alto del camino Beskidzki por el que peregrinamos, y donde intentaremos sobrevivir en el intento -video inicial-. Las noches son muy frias, y decidimos colarnos en el cuarto de Roni, evitando poner la tienda de campaña en pleno diluvio en los aledaños al albergue citado. Al dia siguiente, y tras dudas sobre si hacer cima y continuar, decidimos finalmente salir los 17km que nos separan hasta el siguiente refugio, y hacer cumbre en Babia Góra.


Desde lo alto, donde la vegetación escasea y se comprime para hacer frente a los vientos de cumbre, donde las piedras se suceden hasta el punto más elevado, y donde todo se muestra con mas fuerza que nunca, la furia natural de alturas humildes en latitudes frías, correremos en el descenso, junto con las aguas fluviales que conquistan el camino, muy fríos, para alcanzar en 15km un refugio posible. Finalmente aguardaremos la llegada de nuestro compi eslovaco, al fuego, y degustando sopas polacas junto al termo del té, en el albergue de Hali Krupowej, desde donde escribo estas lineas tras dos noches sin poder salir al camino de nuevo, estando atrapados en un paraiso natural, rodeados de aguaceros constantes y frios invernales. 


Tras este revés atmosférico, y teniendo en cuenta mi próxima incursión en bicicleta de miles de kms hacia tierras ibéricas, he decidido hacer los últimos dias de incursión a pie por los Cárpatos, alcanzando los 700km aproximadamente, y subirme a la bici lo antes posible.


La casa de los pitufos, la seta más famosa, la Matamoscas, que te lleva de viaje, finalmente nos deleita con su belleza

Base de campaña Głuchaczki, donde hacemos noche


Ronald, alpinista eslovaco, en el camino hacia Markowe

Vistas desde el tan esperado refugio Hali Krupowej, tras 15km desde cumbre