Ruta actualizada a 3 de Julio de 2021, mapa de Polonia, dirección Cracovia, superados los 2.300 kms |
Ya salen de nuevo las luciérnagas, para dar brillo a la oscuridad calurosa del verano. Además, haber sido acogidos por una familia con tanta inspiración, en casa de la matriarta, Teresa, madre de Michal, es una auténtica oda al reposo tras días de frondosa humedad. Puro respeto por la humildad, personas que labran su bienestar y su vida conforme a unos valores de raiz, transimitidos de generación en generación, y preservados mediante la gracia por mantener un contacto terrenal, sacando el jugo y el fruto del entorno, de la manera más tolerante posible. Que buenisima energía y simpatía nos brindan desde su granja de Kakolewnica. Cánticos a la luz del fuego, improvisaciones con instrumentos que cada miembro de la familia sabe entonar a la perfección. Observar el proceso de recogida de la miel, aprender como el ser humano no debe abusar del auténtico manjar de estos inteligentes insectos, durante la recolección, y que tanta satisfacción nos da. Las abejas siempre abastecen más de lo que necesitarán, pero nunca es bueno quitarles gran parte de su cosecha, pues es su azúcar natural por el que viven y con el que pasarán el duro invierno. Incluso el oso tiene el instinto de no excederse cuando hunta su hocico en la miel del panal.
Teresa recogiendo la miel, en la granja de Kakolewnica |
Visitamos Kazimierz Dolny, un pueblo histórico a orillas del río Vístula, del s.XI, que guarda un encanto especial, y cuya disposición Renacentista urbana sigue preservándose. Lugar al que acuden artistas de todas partes para insipirar sus obras, y que esconde mágicas formaciones naturales en sus colinas: wawozy -barrancos-. Ese mismo día nos acercamos a Lublin, la ciudad histórica del condado, y del Este polaco, junto a Michal y Rokzana -nos mueven en coche, claro-, y nos abrimos paso nocturno por una ciudad auténticamente polaca, y que posteriormente surcaremos en bicicleta en nuestro rumbo sur. Allí, tras pasar las puertas de entrada a la ciudad antigua, en un ambiente festivo y con tintes medievales, nos acercamos a probar una cerveza local en la taberna Jezuicka. Un antro auténtico, escondido, y en el que acabamos deleitados por un piano, y su pianista, al que Daria pondrá voz para interpretar e improvisar cánticos folclóricos, creando un ambiente mágico, en una sala acaparada por unos pocos afortunados.
Barrancos en las colinas de Kazimierz Dolny, Este de Polonia |
Al día siguiente visitaremos la tierra en la que Teresa, matriarca y auténtica trabajadora de campo, sabia y maestra en la autoproducción y en la trata de flores y plantas con fines curanderos, creció y desarrolló sus dotes y su amor por esta vida. Entre campos de trigo, y bosques en la lejanía, nos invitan a contemplar la casa familiar en la que generaciones pasadas crecieron y desarrollaron su fertilidad. Ahora habitada por miembros de la familia, contemplamos casas rústicas de madera con siglos a la espalda, preservadas y habitables, y tierras que fueron otorgadas al patriarca pasado por su fidelidad y lucha por la defensa e independencia de Polonia. Esta tierra es un auténtico canto a la vida, un lugar de respeto entre el ser humano y el medio que le rodea, en un ambiente de paz divisado desde lo alto por las cigueñas, desde su gran nido, y en el que ya se dejen ver las crías de abril crecidas, y con ansias de alzar el vuelo, para conseguir su independencia en las migraciones de otoño.
Despedidos con Nalewka -el licor por excelencia polaco, además del Vodka y el Bimber, y que en cada casa y familia se autoproduce y se utiliza por cualquier motivo posible- y varios ‘nasdrovias’ -salud, en eslavo-, y cánticos al piano y balalaika -instrumento de cuerda folclórico ruso que Daria entona y porta en sus alforjas-, pusimos fin a varios días de disfrute y sintonía en una granja con tanta vida alrededor, acompañados en ruta por Michal y su hermano, Marcin, como motivo de despedida. Eso sí, antes de la salida, Michal, con experiencia en la creación y soldadura de materiales, soldó un nuevo tubo a mi portabultos trasero, para hacer efectivo y robusto un nuevo soporte para las luces traseras. Ahora sí, seguiríamos rumbo sur para adentrarnos un par de días en la ciudad de Lublin, donde seríamos acogidos por Guille, un chico mexicano, y su pareja Joanna -polaca de habla mexicana-, para disfrutar de una ciudad preservada -se dice que Hitler no quiso tocarla por su belleza-, y en la que recibiríamos la visita de Michal y Rokzana, de nuevo, y quienes empezaban a estar contagiados por el virus de la aventura en bicicleta. Tras un chequeo y la correspondiente negociación de una bici, para Rokzana, le haría un servicio básico de puesta a punto a la sombra de los grandes árboles de Plac Litewski, estrenando mi nuevo utensilio: un soporte de bicicletas micro y extraible, enganchado al portabultos, que me permite reparar y chequear bicicletas en cualquier momento, como motivo de agradecimiento, o como método de financiación, en su caso, en mi camino por Europa.
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