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lunes, 28 de junio de 2021

POLONIA | SOBRE LA LINEA UCRANIANA


Ruta actualizada a 11 de Julio de 2021, mapa de Polonia, en Cracovia, superados los 2.500 kms


Desde Lublin a Cracovia hay en línea recta unos 300kms. Cuando evitas la línea recta y serpenteas como los meandros que hace un rio en las zonas bajas de su recorrido, normalmente encuentras desvios y zonas de máxima expansión, con poco tránsito y generalmente amigables para el forastero. Desde Lublin a Cracovia acabo pedaleando 650kms, con cabida para múltiples acampadas en parajes naturales, estancias en casas, recorridos a pie por las montañas del Sur, con el correspondiente autostop necesario para llegar a las zonas fronterizas con Ucrania y Eslovaquia al sureste, la acogida y recibimiento en la casa de la familia de Daria, el pedaleo hacia Cracovia con previo paso por Lacko, lugar donde dormiré a orillas del rio Dunajec en la casa de mi amigo Piko, y finalmente el recibimiento a principios de Julio, cuando el Sol aprieta, en casa de Janusz y Anneta, en Cracovia, pasando la primera noche en la histórica ciudad en casa de Antoine, aquel chico brasileño que kayakeaba el lago Mokre, en la zona norte de Polonia. 

Tras la salida de Lublin nos dirigimos hacia el borde con Ucrania, en el sureste, para adentrarnos en la región polaca de Podkarpaczie -bajo los Cárpatos-. Los bosques del Este no dejan de sorprenderme por mas que lleve contemplando semejantes espectáculos naturales durante centenas de kilómetros. La frontera con el país ucraniano son entornos naturales con una frondosidad absoluta, y casi impenetrables. En estos pasos salvajes los movimientos migratorios se han acentuado en la última década, siendo bosques profundamente controlados por las autoridades polacas, como plan de contención de las migraciones de las fronteras del Este de la UE. Tras recorrer 30kms fronterizos, y no sin ganas de cruzar para descubrir el universo ucraniano como transición a posibles incursiones en Asia, seguimos rumbo hacia Przemysl.

Acampada en un lago, Nawoz, previa a la llegada a Zwiezyniec

Haciendo una acampada a orillas del rio San, un rio que nace en los Cárpatos y lleva unas aguas claras, de poca profundidad y con muchas rocas -como la mayoría de los rios 'carpatienses'-, tenemos que pasar la noche en vela. La causa, las tormentas que desde finales de junio empiezan a acechar Centroeuropa, y que a través de SMS la administración polaca envía a nuestros teléfonos en forma de alerta. El invierno se ha extendido mas de la cuenta -hasta mayo-, y el agua restante abunda en la vegetación y en la tierra, que a través de unas temperaturas extremas de calor en el comienzo del verano, totalmente inusuales en esta región y como consecuencia del calentamiento global, fomentan una evaporación agresiva que explota a modo de tormentas sin control. Desastres naturales serán provocados los próximos días y semanas en regiones de Alemania y otros países de Europa. Y mientras, a las 3am, cuando la cubierta de la tienda de campana soporta con robustez el envite del agua que cae, y el relámpago y el trueno no encuentran ni un segundo de diferencia, esto pone de manifiesto que la tormenta esta sobre nuestras cabezas, y ni los juncos ni el río, ni muchos menos el metal de la tienda de campana, son fuentes fiables para un descanso sin preocupaciones. 


En el pueblo de Nowe Brusno, cercano a la frontera con Ucrania, nos topamos con un entorno rodeado de Tilos -con sus hojas y flores te haces la tila clásica-, arboles con unas copas inmensas capaces de atraer poblaciones de abejas que aprovecharan el néctar de la flor de este gran árbol, y que bajo el tronco uno puede sentir el sonido salvaje de miles de insectos tratando de trabajar y producir sin descanso. Los Tilos son árboles que rodean por lo general lugares de culto como símbolos de la juventud y la unión, la fertilidad y el crecimiento, y cuya madera no es robusta y suele utilizarse para tallar y esculpir madera a mano, dada su suavidad y facilidad de uso. En el centro de este mausoleo de arboles inmensos encontramos la iglesia de Martyr Paraskevia, de madera y encajada en la forma tradicional, preservada desde el s. XVII. En esta región del sureste de Polonia encontraremos gran cantidad de iglesias de este estilo, de madera y encajadas de esa manera en entornos naturales muy llamativos, y que datan incluso desde el final de la Edad Media.

Iglesia de Martyr Paraskevia, s. XVII, en Nowe Brusno

En nuestro paso por Przemysl buscaremos un bar de cocina polaca, los bares Mleczny -bar de leche- o Kuchnia Polska -cocina polaca- siempre serán lugares con comida local muy barata, exótica para los forasteros, de tradición comunista por servir como restaurantes para los trabajadores soviéticos en épocas pasadas, comidas caseras en ambientes familiares sin decorados excepcionales, y cuyos guisos son dignos de satisfacer cualquier estomago que precise cuidado y buen provecho, a precios muy económicos. 

Comida polaca caserita en Przemysl, tipico Bar Mleczny

Al llegar al sur comenzamos a subir los primeros puertos de montaña, en las elevaciones de las faldas de los Cárpatos. Por fin alcanzamos cotas de 700 y 800 mts en bicicleta. La sensación del sufrimiento sobre la casa rodante, con casi 50kgs de peso, se alcanza de verdad en lugares de elevación. Las pendientes se intensifican y dificultan la constancia en el pedaleo y ponen a prueba la fuerza y la resistencia, en muchas ocasiones casi imposibles de pedalear con mas de 15% en desnivel -mi máximo para continuar sobre la bicicleta con peso-, con necesidad de empujar la bicicleta hasta cimas donde se alcanzarán momentos de paz y recuperación, para empezar a sentir el frescor del aire sobre la frente en los descensos hacia los valles. La sensación del pájaro, del que vuela pausadamente.

Primera subida a 400mts, tras Przemysl, en Gora Zaleska

Tras la llegada de tormentas, seguimos pedaleando en la región que nos conducirá hacia Domaradz, el pueblo donde habita la familia de Daria. Subimos y bajamos colinas asfaltadas entre el verde de los grandes bosques que se elevan sobre los montes, y que, junto con las lluvias torrenciales, empapados y con corrientes de agua descendiendo por el asfalto, crean una sensación de pedaleo y vivacidad absoluta.

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