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sábado, 15 de mayo de 2021

POLONIA | CAMINO DE LA CAPITAL

Después de pasar lugares como Olesnica, Syców, Ostrzeszów y Blaszki, nos aproximamos a la zona azul que a vista de mapa tenía pintón: el lago Warta. Buscar un lago, un río, o en general, un lugar de aguas naturales, siempre es para el pedaleante motivo para dedicar un tiempo a descubrir y disfrutar, a modo de buena acampada, remojo, cocinar pausado, y además, con buenos alimentos locales de pueblos pasados -con el pequeño hornillo de gasolina, o en las brasas de una hoguera en su caso, todo es posible-, y por último, como no, acometer un buen fuego en la puesta del sol rojizo que se escapa por el horizonte. 


Lago Warta, a la puesta de Sol


Camino de Varsovia, y por caminos y carreteras muy secundarias, con a penas tránsito -quizás algún paisano con el tractor-, y gracias a unos mapas descargados que llevo en el teléfono, seguimos rutas con absoluta paz y tranquilidad. Tras la comarca de Leczyca, nos adentramos en un universo de pueblos que nos transportan a una época medieval, en especial Tum; casas, molinos e iglesias de madera, de conservación casi milenaria. Y además, por si no fuera poco, la intuición del pedaleante nos acerca al único lugar verde -todo es verde en Polonia, pero me refiero a bosque donde acampar- en frente de Podgórzyce, abriéndonos paso con algo de esfuerzo en una zona ídilica: un lugar que esconde entre los árboles, lugares de encuentro, tradiciones, ritos y en el que visualizo mucha danza, con espacio para la gran hoguera, y la plataforma de la barbacoa. Rodeado de árboles que sobre sus raices muestran mucha diversidad, creciendo en especial ortigas muy salvajes -con las que te haces unos tés esquisitos, y te curan en salud, o te haces un buen pesto-, ortiga morada, blanca, y mucho amarillo diente de león, además de otros colores florales azules, blancos y lilas. El prado está muy colorido, eso muestra pureza en el terreno, y que por fin hay primavera en Polonia. 


Pueblo Tum

A partir de aquí, y en dirección Lowicz -lugar de referencia en todo el país por motivo de sus bordados tradicionales, que después reflejan los souvenires polacos en las tiendas de las ciudades-, seguimos una estela de pueblos muy antiguos, con casas de madera todas muy similares, y en gran parte no habitadas, y muchas de ellas reconstruidas y habitadas. Encuentro mucha calidad de vida en estas primeras centenas de kms, mucho campo cultivado, mucha paz en las granjas, quizás demasiada perfección en la distribución del terreno y en la estructura y decoración de muchas casas. Palpo sensación de mucha pertenencia a la tierra, gentes del pasado que les fueron arrebatados sus terrenos en los últimos siglos, o tuvieron que huir, y en el peor de los casos, fueron llevados a campos de concentración debido a su resistencia por la dominación nazi. Ahora sus descendientes se aferran a ellas, mirando con asombro, o desconfianza, o sin ánimo de saludar, o sonreir -que sé yo-, a quien humildemente siente el viento suave en la cara sentado sobre el sillín de la bicicleta.

Tras cruzar durante decenas de kms el Parque Natural de Bolimów -Bolimowski Park Krajobrazowy-, y adentrarnos poco a poco en los alrededores de la capital, pasamos por Zyrardów. Este pueblo, convertido en ciudad, fue el epicentro de la producción de lino en toda Europa en el siglo XIX, empeño de la asociación entre un francés y un alemán. Su pedazo de fábrica, del año 1829, y todavía en pie, atrajo al mundo rural polaco hacia la creación de una urbe obrera en los aledaños a Varsovia. Las barriadas que rodean el recinto de la antigua fábrica recuerdan mucho a los barracones de Auschwitz. Estas miles de casas siguen alojando a familias humildes que ahora ya acuden, normalmente, a trabajar a la gran capital. Hoy día la fábrica se destina a los apartamentos de lujo, y a espacios de ocio como centros comerciales. 


Antigua fábrica de lino, del s. XIX, Zyrardów


En Miedzyborów -significa entre bosques-, a unos 50kms de Varsovia, pudimos hacer noche bajo techo, acogidos en la gran casa familiar de Albert, un amigo de la infancia de Daria. Sus padres nos despedían al día siguiente como a auténticos forasteros, fotos, videos y productos caseros, como muestra de su agrado y de su grandísima simpatía y corazón. Esa misma mañana nos adentramos poco a poco en la capital, aquella que fue aniquilada casi por completo. Eso si, entrar en Varsovia en bicicleta es el proceso más sencillo de cualquier capital o gran urbe -hablo de millones de habitantes- en la que jamás me he adentrado al pedal, por la presencia constante de ruta ciclista. Tras serpenteos por auténticos rascacielos, todos ellos compitiendo por la mayor altura continental, dejamos a mano derecha el famoso Palac Kultura, segundo edificio más alto del país -ahora superado por un rascacielos financiero en 80 mts gracias a su antena- contruido bajo el mandato soviético de Stalin, y por supuesto, con una estampa totalmente de bloque comunista. 


Daria, Albert y yo, en Miedzyborów


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