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lunes, 31 de mayo de 2021

POLONIA | LAGOS DE MASURIA, TRADICIONES Y ENCUENTROS

Rumbo directo hacia el Norte. A partir de la capital polaca ponemos rumbo hacia el Noreste polaco, los lagos de Masuria -tierras llenas de lagos y ríos-, cerca de la frontera con Kaliningrado, la salida al Báltico rusa. La intención es poder merodear el área de Suwalki, la última ciudad al noreste, cercano al borde con Lituania, y así recibir el 31 de mayo la dosis de la vacuna Covid Janssen. 

A partir de este momento, las tierras del Este se envuelven en diferentes tonalidades de verdes. Surcando antiguos bosques de Kurpies -gente de los bosques, o más bien, los ‘puszczaki’- en dirección a Masuria. Esta zona engancha por sus costumbres y tradiciones. Los Kurpies fueron un grupo étnico polaco que habitaron los bosques durante la Edad Media -constan en escritos desde el s. X- y sobrevivieron inmersos en sus propias creaciones y aislados, hasta la destrucción durante la IIGM. Es maravilloso simplemente escuchar estas historias, y sus raices paganas. Estas tierras de Kurpies entre Varsovia y Masuria ahora están dedicadas principalmente al ganado. Aún así, y tras cientos y cientos de kms, sigue impactándome la cantidad de memoriales y piedras en recuerdo de aquellas víctimas del nazismo. 

Visualizamos el primer lago de tantos; Spychowo. Decenas y decenas, o quizás cientos de lagos, se encuentran en Masuria. Será el primer bañito en estos lagos, con su correspondiente enguaje en jabón orgánico. A partir de aquí, cada día habrá un remojo en un lago diferente, o en unos cuantos, además de acampada. Esto es mucho confort para el pedaleante y hay que aprovecharlo. Esa primera noche en la zona de los lagos nos adentramos en una Reserva Natural, un entorno protegido por su flora y fauna, en las costas del lago Mokre. Rezerwat Krolewska Sosna -Reserva del Rey Pino Silvestre, más o menos-, porque te adentras en un lugar repleto de pinos silvestres, los norteños, diferentes a los ibéricos, con unas alturas descomunales -alcanzando los 50 mts de altura-. En concreto, este monumento natural -el gran rey de los pinos-, ya fallecido en los 80, y que da nombre al entorno, sobrevivió durante aproximadamente 370 años de vida -la media del pino no suele ser mayor a los 250 años-. Muchos árboles longevos de este bosque encantado -entre ellos robles casi milenarios- tienen especial protección y placas conmemorativas siendo considerados monumentos naturales nacionales, además de tener nombres de personas polacas que humildemente dedicaron su vida a proteger e impulsar la vida natural, la vida de los bosques, y la protección de la flora y fauna local. 



Daria abrazando un rey Roble, casi milenario, en Rezerwat Krolewska Sosna


Tras compartir lugar de acampada con Antoine, un joven brasileño que kayakea la zona durante algunos días, pasamos el pueblo de Krutyn. Una maravilla de lugar, un pueblo, entre muchos otros, con laboriosas casas de madera, y cuyas calles están repletas de figuras mitológicas locales talladas en troncos de árboles. Hay mucha sabiduría en esta zona de tantas aguas. 

Tras serpentear tantos y tantos lagos durante días, pasando una de las ciudades más transitadas en Masuria, Gizycko, seguimos rumbo Este para merodear a finales de mes la ciudad de Suwalki. Los famosos animales salvajes que chapotean entre tanta charca en los bosques son los alces. Sí, me encuentro un alce salvaje, aquel que se parece al reno, y al ciervo, pero que habita principalmente en esta zona europea. Recorremos en dirección levante bosques isolados, zonas especialmente remotas. Lugares de pura sinfonía silvestre. Aquellos animales, entre el ciervo y el reno, con patas muy largas, siempre fueron hábilmente utilizados por los locales para poder moverse por los bosques repletos de aguas, y esconderse del perseguidor, habitualmente alemanes o rusos. 


Tras tantas puestas de Sol, el penúltimo día de mayo de 2021, merodeando Wiegierski Park Narodowy -Parque Natural de Wiegier-, cercano a la ciudad de Suwalki, coincidimos en una tienda local de comestibles junto a un grupo de ciclistas aficionados -de varias edades entre 50 y 60 años- de domingueo, que tomaban la cervecita de la jornada. Tras unas risas y unas fotos, sorprendidos por nuestras moles rodantes, nos invitan a su zona de acampada, en el pueblo Buda Ruska -la choza rusa, traducido-, frente al río Czarna Hancza, cercano al lago de Wigry. En este lugar se estaba organizando una acampada gigante, con personas de todas partes de Polonia, para celebrar aventuras conjuntas de bicicleta y sobretodo, de kayak. Gracias a Mirek, el auténtico lider y organizador de las expediciones, y personas como Tomasz -quien me acercó al día siguiente en coche a recibir la vacuna Janssen en Suwalki-, Andrzej, Janusz, Anna, Michal, Roksana, Iwona, Ewa, el capitán Marek y el resto de personas que nos dieron tal calor humano en aquel remoto lugar, junto a noches de fogata mientras los intrumentos parecían encajar entre melodías folclóricas eslavas.

Parada en la excursión a kayak, a orillas del río Czarna Hancza -Parque Natural de Wiegier-



sábado, 22 de mayo de 2021

POLONIA | VARSOVIA, LA CIUDAD DESTRUIDA

Marek fue el tipo que nos acogió en su casa durante dos noches. Nos abrió su hogar gracias a su relación con el universo del viaje en bicicleta, en concreto, a través de una plataforma digital -WarmShowers, esto es, DuchasCalientes- donde contactas con huéspedes que se predisponen a ofrecer un cobijo a ciclistas por el mundo. Marek, cercano a los 40 años, quiso comenzar en 2019 una vuelta al mundo en bici de un año -rápida y directa-, con rumbo asiático, de la que tuvo que desistir finalmente por el panorama Covid cuando ya había saltado el gran charco del Pacífico desde Singapur, y se encontraba en Chicago. Como anécdota de su hazaña, en Kazajistán se vio truncada su aventura; le robaron su bici y equipaje en un momento de despiste. Al final fue la policia Kazaja la que le proporcionó y financió su nueva bicicleta y material para continuar. 

En la zona verde del rio Vistula, Varsovia al fondo


Durante los días de visita en Varsovia, simplemente tienes que asumir tu presencia en un lugar que expone y representa los horrores de historias pasadas. Es el reflejo no solo de lo acontecido en la ciudad, sino de lo que ocurría en los pueblos y campos de concentración nazis. A cada paso en esta ciudad hay piedras y flores comemorativas -como en cualquier carretera, bosque o pueblo en Polonia- de las personas polacas que fueron fusiladas o ahorcadas en ese lugar por su levantamiento contra la dominación alemana. Además, y por casualidad, coincidimos con el homenaje en el monumento a los caídos polacos en la batalla de Monte Cassino; concierto de la banda del ejército polaco, sonidos tristes que entonan melodías folklóricas de aquellos antepasados en tiempos de guerra.

Mi interés en especial por visitar la zona más antigua, Rynek, o plaza del mercado -y reconstruida en base a las obras de pintores clásicos-, que alberga cada ciudad polaca como foco central de su actividad diaria desde hace siglos. Son lugares abiertos, casas coloridas y muy particulares, albarotados de pequeñas tabernas y restaurantes que ahora por fin, y tras tanto tiempo sin ellas por el Covid, ofrecen sus terrazas. La famosa sirena, el monumento central que preside la plaza, y que cuenta la leyenda constituyó la ciudad emergiendo del gran río polaco que la cruza, el Vístula -Visua-. 


Sirena de Varsovia en Rynek, o plaza del mercado

El paso por las barriadas del gueto judío, imaginando aquella resistencia por mantener una mínima esperanza de preservar la vida, y el levantamiento final de los últimos que quedaron allá. El director Roman Polanski lleva a la gran pantalla la mejor representación posible de esta triste historia, con la película El Pianista, culminando con esa pieza magnífica de Chopin al piano, tocada por su protagonista judío -Adrien Brody-, en una ciudad totalmente destruida tras la derrota nazi. Chopin es el pianista polaco referente que, junto a otros artistas y escritores, constituyó a través de su obra una resistencia a la ocupación prusiana desde finales del s. XVIII, y que con su música trató de expresar los sentimientos de una patria que durante siglos estuvo ocupada y manipulada. Gran parte de su vida y obra tuvo lugar en Francia, donde estuvo emigrado. 

La cárcel de Pawiak, reconstruida ahora en museo, situada en el centro de la ciudad, también alberga historias de muchos polacos, como prisioneros políticos y civiles, que fueron llevados por su resitencia al régimen nazi. Normalmente recibían un trato tan severo que pocas veces sobrevivían. Destaco a Irene Sendlerowa, 'El Angel del gueto de Varsovia', fue una enfermera y activista polaca encerrada y maltratada en este recinto. Se dedicó en los años de guerra a salvar la vida y facilitar la escapada y el posterior escondite de miles de niños y niñas del gueto judío. Muchos de ellos pudieron salvar sus vidas y emigraron a América. En Estados Unidos es una de las personas célebres de la comunidad judía americana -pelicula Dzieci Ireny Sendlerowej, en español, Los niños de Irene Sendlerowa-. 

Los varsovianos y varsovianas se empeñaron en la reconstrucción de su ciudad, y tras la 2ªGM, manos a la obra fueron capaces durante décadas de tratar de emular los edificios y obras clásicas que fueron escombros. Jardines y parques maravillosos como Lazienki Park, donde los Reyes polacos cultivaban naranjos en grandes invernaderos, y visitaban su palacio en la isla central del parque, o acudian a representaciones en el teatro neoclásico, rodeado por las aguas del canal. La entrada occidental de este gran parque está presidida por el monumento de Chopin, en una gran fuente, y expuesta como foco central de una representación al piano infinita, rodeada de bancos y sillas.


Teatro neoclásico, Lazienki Park -Parque de los Baños del Rey-

Palac Wilanów Królewski, palacio construido durante el reinado del famoso Rey polaco del s.XVII, Jan III Sobieski, para la dinastía Sobieski, y entre cuyos últimos descendientes en el s.XXI -aunque sus hijos murieron sin descendencia directa- está Daria Sobieska, mi acompañante al pedal. Fue uno de los últimos reyes hegemónicos de aquel emporio polaco que empezó a ser absorbido por sus vecinos Imperios a lo largo del s.XVIII. Polonia, como dato, llegó a tener una extensión de tierra en la Edad Media desde el Báltico, hasta Moldavia, en el Mar Negro, conectando ambos mares. 


Daria, en Palac Wilanów, de la dinastía Sobieski


Tras las dos noches en casa de Marek, decidimos, a pesar de las lluvias, reemprender el camino. No sin antes hacer un servicio de mantenimiento a su bicicleta, como trueque y agradecimiento de su hospitalidad -en la bicicleta llevo herramientas que me permiten mucha independencia, y además, ofrecer mis servicios-. Saliendo de la ciudad fuimos interceptados por un ciclista; cara de peruano, y efectivamente, El Peru -así le llaman-, lleno de emoción, frenó en secó cuando vio nuestras bicicletas equipadas. Con mucha energía empezamos a intercambiar historias de aventura -Peru, catalán, español y peruano, salió desde Barcelona hacia China en 2019 en bicicleta Brompton, un tipo de bici urbana plegable inglesa, y acabó en Polonia por amor y frenado por el Covid-, y con ganas de más, nos ofreció hospedarnos en casa de su compi polaca, Olga. Acabaron siendo cuatro noches más de risas y buenísima compañía en la capital. 


Encuentro callejero con 'El Peru'



sábado, 15 de mayo de 2021

POLONIA | CAMINO DE LA CAPITAL

Después de pasar lugares como Olesnica, Syców, Ostrzeszów y Blaszki, nos aproximamos a la zona azul que a vista de mapa tenía pintón: el lago Warta. Buscar un lago, un río, o en general, un lugar de aguas naturales, siempre es para el pedaleante motivo para dedicar un tiempo a descubrir y disfrutar, a modo de buena acampada, remojo, cocinar pausado, y además, con buenos alimentos locales de pueblos pasados -con el pequeño hornillo de gasolina, o en las brasas de una hoguera en su caso, todo es posible-, y por último, como no, acometer un buen fuego en la puesta del sol rojizo que se escapa por el horizonte. 


Lago Warta, a la puesta de Sol


Camino de Varsovia, y por caminos y carreteras muy secundarias, con a penas tránsito -quizás algún paisano con el tractor-, y gracias a unos mapas descargados que llevo en el teléfono, seguimos rutas con absoluta paz y tranquilidad. Tras la comarca de Leczyca, nos adentramos en un universo de pueblos que nos transportan a una época medieval, en especial Tum; casas, molinos e iglesias de madera, de conservación casi milenaria. Y además, por si no fuera poco, la intuición del pedaleante nos acerca al único lugar verde -todo es verde en Polonia, pero me refiero a bosque donde acampar- en frente de Podgórzyce, abriéndonos paso con algo de esfuerzo en una zona ídilica: un lugar que esconde entre los árboles, lugares de encuentro, tradiciones, ritos y en el que visualizo mucha danza, con espacio para la gran hoguera, y la plataforma de la barbacoa. Rodeado de árboles que sobre sus raices muestran mucha diversidad, creciendo en especial ortigas muy salvajes -con las que te haces unos tés esquisitos, y te curan en salud, o te haces un buen pesto-, ortiga morada, blanca, y mucho amarillo diente de león, además de otros colores florales azules, blancos y lilas. El prado está muy colorido, eso muestra pureza en el terreno, y que por fin hay primavera en Polonia. 


Pueblo Tum

A partir de aquí, y en dirección Lowicz -lugar de referencia en todo el país por motivo de sus bordados tradicionales, que después reflejan los souvenires polacos en las tiendas de las ciudades-, seguimos una estela de pueblos muy antiguos, con casas de madera todas muy similares, y en gran parte no habitadas, y muchas de ellas reconstruidas y habitadas. Encuentro mucha calidad de vida en estas primeras centenas de kms, mucho campo cultivado, mucha paz en las granjas, quizás demasiada perfección en la distribución del terreno y en la estructura y decoración de muchas casas. Palpo sensación de mucha pertenencia a la tierra, gentes del pasado que les fueron arrebatados sus terrenos en los últimos siglos, o tuvieron que huir, y en el peor de los casos, fueron llevados a campos de concentración debido a su resistencia por la dominación nazi. Ahora sus descendientes se aferran a ellas, mirando con asombro, o desconfianza, o sin ánimo de saludar, o sonreir -que sé yo-, a quien humildemente siente el viento suave en la cara sentado sobre el sillín de la bicicleta.

Tras cruzar durante decenas de kms el Parque Natural de Bolimów -Bolimowski Park Krajobrazowy-, y adentrarnos poco a poco en los alrededores de la capital, pasamos por Zyrardów. Este pueblo, convertido en ciudad, fue el epicentro de la producción de lino en toda Europa en el siglo XIX, empeño de la asociación entre un francés y un alemán. Su pedazo de fábrica, del año 1829, y todavía en pie, atrajo al mundo rural polaco hacia la creación de una urbe obrera en los aledaños a Varsovia. Las barriadas que rodean el recinto de la antigua fábrica recuerdan mucho a los barracones de Auschwitz. Estas miles de casas siguen alojando a familias humildes que ahora ya acuden, normalmente, a trabajar a la gran capital. Hoy día la fábrica se destina a los apartamentos de lujo, y a espacios de ocio como centros comerciales. 


Antigua fábrica de lino, del s. XIX, Zyrardów


En Miedzyborów -significa entre bosques-, a unos 50kms de Varsovia, pudimos hacer noche bajo techo, acogidos en la gran casa familiar de Albert, un amigo de la infancia de Daria. Sus padres nos despedían al día siguiente como a auténticos forasteros, fotos, videos y productos caseros, como muestra de su agrado y de su grandísima simpatía y corazón. Esa misma mañana nos adentramos poco a poco en la capital, aquella que fue aniquilada casi por completo. Eso si, entrar en Varsovia en bicicleta es el proceso más sencillo de cualquier capital o gran urbe -hablo de millones de habitantes- en la que jamás me he adentrado al pedal, por la presencia constante de ruta ciclista. Tras serpenteos por auténticos rascacielos, todos ellos compitiendo por la mayor altura continental, dejamos a mano derecha el famoso Palac Kultura, segundo edificio más alto del país -ahora superado por un rascacielos financiero en 80 mts gracias a su antena- contruido bajo el mandato soviético de Stalin, y por supuesto, con una estampa totalmente de bloque comunista. 


Daria, Albert y yo, en Miedzyborów


domingo, 9 de mayo de 2021

POLONIA | SALIDA DE WROCLAW

Y por supuesto, ya llegó el momento de volver sobre la bicicleta, y de crear un espacio virtual dedicado a la publicación de aventuras y aperturas, mezcladas con historias. No me gustaría comenzar estos escritos enrollándome del por qué, si es que existe, de estas publicaciones. Simplemente me gustaría poder acercar a quien las lea, a una serie de experiencias que como muchas otras, forman parte de mi recorrido vital. En general, se relacionan con la búsqueda de historias humanas, que vistas a golpe de pedal -ya son casi 15.000kms pedaleados desde mayo 2019- tienen una manifestación singular y muy bella en sí mismas, así como la ley de la naturaleza que las rodea, esto es, los entornos naturales como escenarios perfectos -o cuasi- de un nomadeo en bicicleta. Aunque ya habrá tiempo de profundizar en pasadas expediciones, y en escenarios idílicos.

Ahora quiero hablar del recorrido más reciente, y de su historia. Acabé en Polonia por el romanticismo de la aventura, y tras año y medio asentado en Wroclaw -Breslavia-, no he podido obviar una tierra eslava que esconde historias trágicas, de dominación y de expansión, y que refleja frialdad en la tierra, y en su gente. Salir de Breslavia hacia Varsovia, la capital polaca, es sinónimo de cambio, de mucho cambio -y solamente son 500kms-. La zona occidental del pais, esto es, Breslavia, compuso la parte oriental del Imperio Prusiano, y la dominación fue mayormente alemana. Estos fueron expulsados tras la derrota en la 1ªGM, y las poblaciones polacas del Este y en gran medida, provenientes de las antiguas tierras del oeste ucraniano -personas polacas expulsadas de sus tierras en Ucrania-, fueron llevadas a rellenar esas zonas occidentales de la renacida Polonia de principios del s.XX. Claro está, que el 1 septiembre de 1939, fue la causa nazi la que quiso, a golpe de invasión, retomar la tierra eslava por la zona occidental de Polonia, detonante de la 2ªGM, y que, como tragedia de fondo -a parte de las que no quiero nombrar-, el alzamiento de los polacos en Varsovia degeneró en el odio profundo de los hitlerianos hacia este lugar, que terminó en el bombardeo de la capital polaca, reducida totalmente a escombros, previa a la entrega de llaves de Berlín a los rusos.  

(En video, un pequeño fragmento con imágenes reales y recoloradas de la época de la IIGM, Varsovia)

La historia reciente tiene mucho que ver en esto. Como en todo lugar conocido. Salí de Breslavia despedido por los que fueron mis colegas de trabajo durante la época Covid. Si, durante el tiempo que la gente se encerró en sus casas en 2020, a mi me demandaban para arreglar muchas bicis -muchas, no exagero-, aprender a raudales el negocio y la industria, y además, manejar el idioma local, el polaco, para liberar trabajo a mis compis de cara a los clientes. Después probaría eso de pedalear 400kms a la semana, en uno de los inviernos más fríos y largos que se recuerdan, aunque eso merece escrito a parte. Por cierto, bicicleta en polaco, Rower. Y el exitoso negocio de Tomasz y Lukasz, Roweria.pl -traducido al español podría ser La Bicicletería.es-.


Equipo de Roweria.pl, Wroclaw


Salir en bicicleta de nuevo. Una sensación de libertad, de pura independencia. La casa rodante. Muchos años, casi una década, a base de prueba y error. Más de un año preparando una salida -de nuevo-, y una bicicleta, junto con un material mínimo, para poder sobrevivir en el camino. Combinando muchos factores, y un rumbo -el Este, y la raiz polaca-. Dormir bajo los árboles, a cielo descubierto -la tienda de campaña es transparente en la parte superior- con el sonido constante de la orquesta sinfónica de las ranas en los pantanos de Raków, mientras esperan a que alguna de las hembras aceche al macho con mejor canto -según su criterio, claro-, mientras el río y sus aguas limpias fluyen entre árboles destartalados. Para despertar al alba observando la cigueña, obviamente, alimentándose de ranas -la selección natural, son demasiadas crías de rana, aproximadamente cincuenta por camada-, y que, además no hace mucho que aquel pajáro fiel volvió a su fría tierra, tras migrar de regreso en su paso por el trópico africano. Y que listas las cigueñas, en polaco Bocian.


Acampada frente a Podgórzyce