Rumbo directo hacia el Norte. A partir de la capital polaca ponemos rumbo hacia el Noreste polaco, los lagos de Masuria -tierras llenas de lagos y ríos-, cerca de la frontera con Kaliningrado, la salida al Báltico rusa. La intención es poder merodear el área de Suwalki, la última ciudad al noreste, cercano al borde con Lituania, y así recibir el 31 de mayo la dosis de la vacuna Covid Janssen.
A partir de este momento, las tierras del Este se envuelven en diferentes tonalidades de verdes. Surcando antiguos bosques de Kurpies -gente de los bosques, o más bien, los ‘puszczaki’- en dirección a Masuria. Esta zona engancha por sus costumbres y tradiciones. Los Kurpies fueron un grupo étnico polaco que habitaron los bosques durante la Edad Media -constan en escritos desde el s. X- y sobrevivieron inmersos en sus propias creaciones y aislados, hasta la destrucción durante la IIGM. Es maravilloso simplemente escuchar estas historias, y sus raices paganas. Estas tierras de Kurpies entre Varsovia y Masuria ahora están dedicadas principalmente al ganado. Aún así, y tras cientos y cientos de kms, sigue impactándome la cantidad de memoriales y piedras en recuerdo de aquellas víctimas del nazismo.
Visualizamos el primer lago de tantos; Spychowo. Decenas y decenas, o quizás cientos de lagos, se encuentran en Masuria. Será el primer bañito en estos lagos, con su correspondiente enguaje en jabón orgánico. A partir de aquí, cada día habrá un remojo en un lago diferente, o en unos cuantos, además de acampada. Esto es mucho confort para el pedaleante y hay que aprovecharlo. Esa primera noche en la zona de los lagos nos adentramos en una Reserva Natural, un entorno protegido por su flora y fauna, en las costas del lago Mokre. Rezerwat Krolewska Sosna -Reserva del Rey Pino Silvestre, más o menos-, porque te adentras en un lugar repleto de pinos silvestres, los norteños, diferentes a los ibéricos, con unas alturas descomunales -alcanzando los 50 mts de altura-. En concreto, este monumento natural -el gran rey de los pinos-, ya fallecido en los 80, y que da nombre al entorno, sobrevivió durante aproximadamente 370 años de vida -la media del pino no suele ser mayor a los 250 años-. Muchos árboles longevos de este bosque encantado -entre ellos robles casi milenarios- tienen especial protección y placas conmemorativas siendo considerados monumentos naturales nacionales, además de tener nombres de personas polacas que humildemente dedicaron su vida a proteger e impulsar la vida natural, la vida de los bosques, y la protección de la flora y fauna local.
Daria abrazando un rey Roble, casi milenario, en Rezerwat Krolewska Sosna |
Tras compartir lugar de acampada con Antoine, un joven brasileño que kayakea la zona durante algunos días, pasamos el pueblo de Krutyn. Una maravilla de lugar, un pueblo, entre muchos otros, con laboriosas casas de madera, y cuyas calles están repletas de figuras mitológicas locales talladas en troncos de árboles. Hay mucha sabiduría en esta zona de tantas aguas.
Tras serpentear tantos y tantos lagos durante días, pasando una de las ciudades más transitadas en Masuria, Gizycko, seguimos rumbo Este para merodear a finales de mes la ciudad de Suwalki. Los famosos animales salvajes que chapotean entre tanta charca en los bosques son los alces. Sí, me encuentro un alce salvaje, aquel que se parece al reno, y al ciervo, pero que habita principalmente en esta zona europea. Recorremos en dirección levante bosques isolados, zonas especialmente remotas. Lugares de pura sinfonía silvestre. Aquellos animales, entre el ciervo y el reno, con patas muy largas, siempre fueron hábilmente utilizados por los locales para poder moverse por los bosques repletos de aguas, y esconderse del perseguidor, habitualmente alemanes o rusos.