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jueves, 2 de diciembre de 2021

FRANCIA I | SERPENTEANDO EL FRÍO

Como un buen amigo me recordaba, a cerca de la hospitalidad. Esa que sin quererla la recibes y que hace del extraño un conocido al que brindar un mínimo de calor en formas diversas. No importa cómo, el qué, es simplemente el querer mirar a través de ojos inocentes, lúcidos, para dar, o recibir, sin esperar nada a cambio. Aquella de la que todos disponemos.

Francia... las tierras galas, de los celtas, de aquellas tribus venidas de la zona actual de las montañas austríacas, y que se expandieron por Europa occidental. Una mezcla de gentes, que serpenteo y parto en dos mitades. Me empapo, me adentro muy profundamente, pedaleando desde el norte hacia el sur, hasta llegar a la costa mediterránea, a escasas decenas de kilómetros de Girona, Cataluña. Podría llamar este escrito ‘la persecución del frío’, para dar a entender un pedaleo cuya máxima expresión se ha tornado, como tantas otras veces, en la hospitalidad recibida, en un intento por evitar la llegada del frío desde altas latitudes de la Europa continental. 

Y así es, desde mi salida desde Afléville, aquel pueblo de la Lorena francesa donde fui acogido más de dos semanas, comencé a percibir un cambio atmosférico. En la vida expuesta, eso importa mucho. Cruzando el lago Lac du Der-Chantecoq, me encuentro infinidad de aves que reposan en grandes grupos, emitiendo sonidos de todo tipo, en aguas bajas y escasas, y que gracias a monoculares de un matrimonio francés pude observar con detalle. Estas personas seguían un viaje de migración, acompañando a las aves como cigueñas, grullas y garzas, en su paso hacia latitudes más cálidas, incluso con intención de llegar al sur español en su furgoneta. Esa noche viviría una de las más bellas posibilidades que la naturaleza te brinda. Cercano al pueblo de Morvilliers, y durmiendo bajo mi tienda de campaña, grupos de grullas me sobrevolaban durante toda la noche, emitiendo sonidos. De repente, la caída de un gran árbol dentro del bosque cercano, me sobresaltó. Tantos otros animales del lugar emitirían diferentes sonidos, y yo contemplaba fascinado la completa sinfonía tan diversa. 

Francia, entre pueblos, y alejado de carreteras más principales, se torna en una pista ciclable constante. Es maravilloso bordear sus lagos como Lac d’Auzon-Temple y Lac d’Orient, o simplemente discurrir por sus ríos, como aquellos días por el río L’Yonne. Dejando atrás ciudades como Troyes y Auxerre, y conversando con sus paisanos. Los franceses abiertos en general, como el mundo entero, si uno abre las puertas de su verdad, de su querer. Calentarme por la mañana con un buen té caliente, y aprovechando la llama de mi hornillo de gasolina para hacer de estufa con calcetines, zapatillas y guantes. A pesar del frío, y de la exposición constante, todo se torna calmado, bello, bucólico, y además disfrutable, si realmente esa es mi elección. No obstante, en Germigny, un pequeño pueblo antes de Auxerre, por la rivera del río L’Armançon, pude calentar mis pies en el Bar-tabac del lugar, gracias al regente. Este hombre, comentando mi hazaña, me sirvió agua caliente, y pude recargar al calor de la estufa de leña. Es importante que en época de frío, el agua ingerida sea básicamente caliente, el cuerpo se esforzará menos, y la energía consumida -y tan necesitada- será menor. En los pueblos de Francia se empieza a notar una similitud con las tierras ibéricas: los pueblos, por lo general, disponen de un bar -donde se reúnen los paisanos para la hora del vino o del licor del lugar- y una boulangerie -panadería-, con sus magníficas baguettes y croissants. Si existen más negocios locales, encontrarás también el coiffure -peluquero- y la epicerie -la tienda de básicos-. 

Aquel mismo día, el 11 de Noviembre, durante mi paso por los diferentes pueblos de la Bourgogne francesa, era motivo de acudir elegante al monumento que en cada pueblo que cruzo -abosulutamente en todos- hay erigido en honor a Les enfants morts pour la France -los caídos por Francia-, entre 1914-1918, donde normalmente aparecen una veintena de nombres de los paisanos del lugar que perecieron en la Gran guerra, y por lo general un solo nombre vinculado a la 2ª Guerra mundial. En esa jornada se celebra el fin de la gran guerra -el amnisticio- que tantas bajas francesas causó, y frente al monumento se reúnen locales y familiares de las víctimas de aquellos conflictos humanos, entonando el himno francés de Liberté, Egalité y Fraternité -Libertad, Igualdad y Fraternidad-Curiosamente, en Polonia, el 11 de Noviembre es la fiesta nacional como consecuencia de un final de la guerra en 1918 en el que se proclamaría tras más de un siglo de dominación prusiana, la Independencia polaca como nación en Europa, con la paz de Versalles. 

Recuerdo el comienzo de historias maravillosas, de l’hospitalité -la hospitalidad- comentada. Aquella que nunca deja de estar presente, por mucho que los momentos sean fugaces, desde una mirada, una sonrisa, hasta una conversación mínima. La curiosidad, esa simple manera de recibir momentos y que marca la semilla de los mismos. Aquella tan esperada y necesaria que tanto alababa y dignificaba el tan ilustre y recién fallecido A. Escotado. Curiosidad por saber de dónde vienes, y donde las razones son implícitas a la manera de hablar, de moverse. Una revolución pacífica diría yo, por el mundo que acontece, por la pausa tan necesaria y el retroceso de un avance sin fin. Por la lucha de ser uno el que elige sin que nadie más lo haga en su lugar. Por observar el mundo, la naturaleza y las personas tal como son, tal como se ofrecen a la vida. Sin prejuicios. Un contemplar curioso devuelto en forma de bondad, de simpatía, de recompensa, de acogimiento. 

Discurriendo por la rivera de L’Yonne, y frente a la parada de bus-librería gratuita de Lucy-sur-Yonne, tomé la decisión a través de una intuición. Esa misma sensación me hizo desembocar en el bar-pub único del lugar, del cercano pueblo de Crain, para poder recibir un plato caliente -del que no muchas veces puedo disponer-, junto a algún vino de la región de Bourgogne. Coincidió que dentro del bar que regentaban Henrique y su mujer, estaban en la barra Patrick, Corinne, Jack y su mujer. Afinando la guitarra, comenzamos a entablar conversación y momentos de canto, de degustación de vinos, y de mucha armonía. Irían llegando más paisanos, a quienes conocería cada vez más a fondo, observando un paisanismo del lugar de muchas generaciones, como al tan hablador David. Al día siguiente, domingo, se celebraba el día de la caza en los bosques de la zona. Fui invitado a pasar la noche en casa de Patrick y Corinne, y a una magnífica velada en su casa autoconstruida por Patrick, junto con más vecinos del pueblo. Mi huésped me llevaría a la bodega clandestina y tan centenaria de su tío para catar la buena Ratafia -licor parecido a la sangría, aunque aún más delicioso, y muy específico de la región de Bourgogne- sacada directamente de los barriles. Allí observé por primera vez una bodega auténtica francesa, cosechada y macerada localmente en esos sótanos, y con un olor a uva, madera y destilación a raudales. Maravilla para el olfato, y el gusto, con ejemplares polvorientos bajo llave debido a su longevidad, y problemente, valor.

Al día siguiente me preparé para acudir como observador a la caza del lugar. Un deporte que legalmente en Francia es posible los domingos de la época fría del año, con indumentaria naranja exclusivamente. Una filosofia diferente, que tantas veces, sin acudir al meollo e intrometerme entre sus practicantes, me había producido rechazo. El hecho de perseguir un jabalí, y plantear estrategia entre sus participantes, fusil en mano, normalmente abierto y descargado, hizo que estuviera muy atento a cada movimiento, cada comentario, cada razón de ser y hacer. Los jabalies eran considerados bestias salvajes durante la Galia, durante el dominio celta de las tierras francesas. Queda bien reflejado en los famosos aventureros Asterix y Obelix. Obelix, el grandullón, y sus persecuciones incesantes a estos animales del bosque, en una Galia cada vez más dominada por los romanos de Julio César. Percaté una manera ancestral de supervivencia, aunque llevada a cabo por paisanos de Crain, en una caza que se ha convertido en un deporte de riesgo, en una mera técnica de pasar una jornada con amigos, al fuego de la cabaña de los cazadores, entre risas, y guisos hechos a base de carne de jabalí cazado en otras jornadas, acompañados de mucho vino regional, quichebaguettes, y una mousse de chocolat como postre. Todo casero, al fuego lento, y preparado por ellos mismos, entre los que se encuentra una joven, Cloe, cazadora de sangre por descendencia. Ese día no obtuvieron el jabalí. 

Al día siguiente me despedía de Patrick, en una mañana fresca, y quien me comendaba a los vientos de su patria con un: Comme on dit a la Marine ‘Bon vent, mon ami’ -Como dicen en la Marina, ‘Buen viento, amigo’-. Y así, proseguiría mi pedaleo hacia el sur, por una región bourgognesa que me ofrecía todo a su paso, siendo también interceptado por el viejo Gerard, ya jubilado, y quien quiso despedirse sin siquiera conocerme, sabiendo de mi paso por Crain. Continuaría pedaleando la rivera del río L’Yonne, y pensando en los famosos caracoles de Bourgogne, que tanto gustaba recoger a los buscavidas de Garris y Riton, en el grandioso film francés Les enfants du marais -La fortuna de vivir-. Estos caracoles, muy demandados durante el pasado siglo, hizo que su recolección furtiva y constante, así como la desaparición progresiva de su hábitat, los bosques, a causa de la acción humana, diera paso a su escasa población, y la protección de los mismos en Francia. Hoy día, la provisión para el paladar de los franceses y los turistas que los degustan, proviene de las reservas de los bosques frondosos de Europa del Este, de Polonia, Ucrania y países Bálticos, donde todavía encuentran un hábitat natural para su procreación y desarrollo. El 70% de la recoleeción presente sigue destinándose para la gastronomía francesa, quien obtiene el animal lento y sanador en grandes cantidades a precios mínimos, promocionando pues la recolecta indiscriminada local en áreas del este europeo, donde existe muchas veces de todo menos regulación. Quizás, de esta forma, el mundo se quede progresivamente sin caracoles, como pasó, pasa y pasará con millones de otras especies.

Atravesé zonas de bosques, constantemente. Me perdía entre sus pistas infinitas, observando horizontes de caminos kilométricos en linea recta, sin curvas. A lo lejos árboles, y más árboles, del color marrón otoñal, rojo amarillo adentrándose en mis ojos, divisando la nada, o el todo, el horizonte infinito, hasta desembocar tras alguna centena de km en el valle del río más sauvage de Francia, La Loire -río Loira-, y en aquel magnífico pueblo La Charité-sur-Loire -la caridad sobre el Loira-, un nombre poco común de una villa medieval expléndida, preciosa, que divisé frente al puente, mientras guisaba una comida a base de garbanzos y otros vegetales. Me esperaba la pista ciclable de la ribera del Loira, que tantas y tantas veces había escuchado. Una región poblada de castillos, como la de otras riveras fluviales, como L’Yonne o el próximamente Le Allier. El río Loira con ese inmenso caudal, un entorno natural con garzas a mi paso alzando el vuelo, nutrias jugando y evitándome, corriendo ante el pedaleo de ese absoluto desconocido, para desembocar en la rivera de L’Allier, contemplando maravillado aquel Chateau d’Apremount-sur-Allier. Pedalearía acelerando el paso debido a las frías noches, y la llegada de las lluvias, pensando en mi llegada a aquella región de L’Aubergne, donde comienza el gran Massif Central -Macizo central francés-, y las penillanuras dan paso a zonas de elevaciones constantes, así como a una bonita historia de hospitalidad prácticamente diaria, de la que quiero escribir en otra ocasión.

Me encuentro en la playa de Leucate, tras haber atravesado la parte occidental del gran macizo francés, habiendo culminado un pedaleo de Mar a Mar -o de Mar Amar-, desde las frías aguas del mar Báltico, hasta las playas mediterráneas en vísperas del invierno europeo, no lejos de la ciudad francesa grande más cercana a Cataluña, Perpignan, y hasta donde he pedaleado durante los últimos 7 meses, durante 7000km, con cero pinchazos y dos recambios de cadena, por desgaste. Aquí, frente al mar, solitario en centenas de metros a la redonda, y tras mi segunda noche a la lumbre de la choza verde, me preparo para el próximo ascenso por encima de los 1500m de altura en los Pirineos orientales y así, realizar un paso de frontera entre tierras francas e ibéricas, para serpentear los pueblos de Girona hacia la gran ciudad, Barcelona. 


Caminos bucólicos en nieblas difusas



Frente al lago Lac du Chantecoq, en el norte francés. Curiosamente significa 'aves cantando', y efectivamente las concetraciones de aves en esta zona son maravillosas. Al frente de mi bicicleta, un nuevo capitán, la mascota zum-zum, un obsequio de Affléville



Cuando saco los guantes de lana, el frío se torna intenso, con noches bajo 0



Desayuno 'otoñal' en la salida de Auxerre, frente al gran río 



René, casi 60 años, pedaleando con su clásica Randonneur de los 80, haciendo un tour de Francia, sobre una bicicleta autosuficiente en electricidad y demás enseres mecánicos



La cabaña de los cazadores, en los aledaños a Crain. Aquí pasan su día de amistad los domingos, al calor de la lumbre



Mi Zielona Panterka -verde panterita-, en los bosques franceses, durante una jornada de lluvias y mucho 'gravel'



Sobre el río Loira, en el pueblo Charité-sur-Loire



Monumento a los caídos franceses de cada pueblo, A ses enfants mort pour la France



La técnica de un saco dentro del otro, y la ropa también adentro, en noches bajo 0



Despertando cerca de setas comestibles, en este caso las ricas plateras



Una maravilla, todo vuelve. El poder natural


domingo, 14 de noviembre de 2021

EN TIERRA DE NADIE | UN PEDALEO SOBRE LA FRONTERA DE POLONIA Y BIELORRUSIA

Aprovechando que las últimas dos noches me han acogido en el pueblo de Crain, en Francia, echo la vista atrás para recordar un pedaleo diferente, en el extremo oriental de la UE, en el que miles de personas migrantes se encuentran atascadas en su camino hacia occidente.

Son 400km. Las líneas que sobre mapa dibujan la separación territorial entre Polonia y Bielorrusia, son solamente eso, 400km. Un recorrido en bicicleta durante una semana, nada más. Pero hay mucha humanidad, y a la vez, y sobre todo, deshumanidad, intensificada en los últimos meses. Miles de personas se exponen a condiciones extremas debido a la huida de sus lugares de origen. Las personas más vulnerables del planeta. Los que marchan, los nómadas por necesidad, en búsqueda de la paz, de una oportunidad para vivir sin conflictos humanos, sin catástrofes. Los que ahora están entre Polonia y Bielorrusia, a punto de comenzar el duro invierno del Este, en tierra de nadie. Os invito a pedalear conmigo esta zona de bosques y pueblos de frontera.

En video, pedaleo de frontera, junio 2021

Nada nuevo, pero grave, como cualquier movimiento migratorio. Las masas ejercen la fuerza de la gravedad, y al final, coexistimos en la Tierra, por esa ley básica todo cae, como cualquier agente que se esponga al abismo. Ese es el mundo, el del humano. Tampoco somos los únicos, el resto de animales y seres que se mueven se adaptan de la misma manera buscando las condiciones de vida más ídoneas para sobreponerse, y así asegurar la continuación de la vida, la regeneración de su estirpe. ¿De eso trata, finalmente, la vida, no? De llevar al extremo el instinto de supervivencia, con el fin de asegurar una descendencia capaz de regenerar más filiación, y así sucesivamente, como manera etérea de tener presencia, de formar parte constante del movimiento del cosmos, a través de la creación biológica sucesiva.

Escribo esto para dar a conocer las sensaciones de mi pedaleo durante los 400km que discurren por la linea fronteriza del extremo oriental de la UE, esto es, la frontera Este de Polonia, y el país bajo el régimen de Lukashenko, Bielorrusia. Durante junio de 2021, en mi cruce por Polonia durante los casi 3000km en bicicleta, me adentré en la región oriental polaca. En la que hoy en día se juegan la vida miles de personas venidas de Asia y países del Oriente Medio con motivo de su huída de las guerras y la pobreza que acontece en sus lugares de origen. Nada nuevo para el ser humano. Nada nuevo para la geopolítica y el interés de dominación de unos pocos al servicio del poder, y desde el poder. 

Imagínense a Erkan, un pequeñajo de origen kurdo que simplemente, junto a su familia, y debido al intenso conflicto en el norte de Iraq, ha tenido que huir de su país. Desde allí, sus padres han tenido que organizar la emigración junto a toda su larga filiación, entre ellos, el pequeño Erkan, de 8 años. Su territorio está en guerra y por tanto, la continuidad de la vida de su familia corre serio peligro, debido a la represión que sufren los pueblos kurdos del norte de Iraq. La familia de Erkan ha tenido facilidad de huir en avión gracias a la conexión barata y directa que facilita Belavia, la aerolínea Bielorrusa controlada por el régimen de un presidente, Lukashenko, en el poder bielorruso desde hace más de 25 años, y cuyas ofertas de vuelos baratos, así como la propia oferta de agencias de turismo bielorrusas, han intensificado en los últimos meses para atraer y facilitar el desplazamiento de los más vulnerables de aquellos lugares de conflicto en Asia y Oriente Medio. 

En Bielorrusia hace más de un año, durante el verano de 2020, se celebraron las elecciones presidenciales 'libres y democráticas', saliendo previamente a la calle grandes masas de población pidiendo el fin de la era de Lukashenko, para dar paso a una democracia parlamentaria basada en los resultados electorales. El escrutinio y la gran mayoría de población lo aclamaban. Los opositores políticos fueron perseguidos durante la campaña electoral. Muchos de ellos simplemente desaparecieron, o fueron encarcelados, como en el caso de Babariko y Sergei Tikhanovsky. Svetlana Tijanóvskaya, exiliada en Lituania y mujer de Tikhanovsky, de los máximos opositores políticos al régimen de Lukashenko en los últimos años, continúo la oposición tras la detención y encarcelamiento de su marido, para una Bielorrusa democrática. Las otras dos mujeres, Kolesnikova y Veronika Tsepkalo, esposas de Babariko y el tercer miembro opositor encarcelados en los meses previos a las elecciones de 2020, se unieron al movimiento que continúo Tijanóvskaya, desde Bielorrusia, para liderar el partido opositor y continuar la hazaña de sus respectivos maridos. Lukashenko, durante la campaña electoral bielorrusa, afirmó la imposibilidad de que cualquier mujer pudiera gobernar el país. El objetivo de aquellas tres mujeres no era otro que tratar de organizar la oposición al régimen para obtener una mayoría y organizar un nuevo gobierno durante los próximos 6 meses tras las elecciones de 2020, con la idea de otorgar posteriormente el poder a políticos y tecnócratas al uso. El escrutunio oficial contó una mayoría superior al 80% a favor de la continuación del régimen de Lukashenko, contra todo pronóstico y con encubrimiento de los resultados reales, que nunca salieron a luz, y que por tanto, no fueron reconocidos por la comunidad internacional ni la UE.

Hoy en día, y tras las elecciones de agosto 2020, como ya he dicho, Svetlana Tijanóvskaya tuvo que exiliarse a Lituania, desde donde trata de seguir la oposición por una democracia en Bielorrusia. Las otras dos mujeres, que se negaron a abandonar el país tras las elecciones, han sido juzgadas y condenadas a más de 10 años de prisión. Y junto a ellas, muchos miembros de la cúpula activista en defensa de lo acontecido en los meses previos a las elecciones, y durante el posterior desafío político al régimen reelegido de Lukashenko. De hecho, recuerdo aquel día en que Bogdan, mi gran colega de trabajo en Wroclaw, un joven bielorruso emigrado a Polonia, y excelente profesional en la industria ciclista, honrado como nadie, llegó devastado tras aquellas elecciones. No nos dirijía la palabra en aquella semana. Además, la conexión a internet en Bielorrusia cayó en todo el país, haciendo imposible que pudiera comunicarse con su madre. El panorama, vivido en primera persona y junto a Bogdan, fue desolador. Recuerdo también aquellas semanas de agosto 2020 posteriores a las elecciones, en que ocurrieron los hechos que después seguiría denunciando la UE y la comunidad internacional, las mayores manifestaciones y concentraciones pacíficas en las calles de Bielorrusia. Hubo asesinatos de civiles, tapados por el régimen, y miles de desapariciones y encarcelamientos. Desde ese momento, Lukashenko y su régimen, expuestos al mundo más que nunca en la era moderna, tuvieron que recurrir a Moscú para lidiar en una mayor colaboración con acuerdos fiscales, comerciales y militares, renunciando a parte de su autonomía estatal, y agrandando la dominación rusa sobre Minsk.

Todo esto guarda una relación muy comprometida y directa con la facilitación de traslado de los más vulnerables en situaciones de riesgo que el gobierno bielorruso ha facilitado en el último año, de todas aquellas familias que huyen de la guerra y la pobreza en situaciones límite en Asia y Oriente Medio, a través de vuelos baratos con Belavia y de agencias turísticas bielorrusas. Han alimentado ese flujo migratorio masivo a Bielorrusia para obligar a la UE a mediar con el asunto que hoy en día acontece en la frontera entre Polonia y Bielorrusia, en esos 400km de intensos bosques. La UE puso sanciones comerciales y fiscales, así como un llamamiento a la liberación inmediata de los más de 650 presos políticos de los últimos años. Y lo reitera, alimentando el aislamiento del régimen de Lukashenko. No obstante, Erkan, el pequeño kurdo, ha llegado en aquel vuelo de Belavia, junto a su familia, a Minsk, capital del país bielorruso y sede del régimen. Durante 2021 han recibido asilo en el país, pero tras el verano han sido forzados, junto a otros miles de refugiados y emigrados, y tras las condenas oficiales de más presos políticos que la UE exige liberar -como el conocido abogado bielorruso Maxim Znak, o la atleta Krystsina Tsimanouskaya, que fue detenida y devuelta durante los JJOO 2021-, a alcanzar la frontera con Polonia, por el oeste, y así entrar forzosa y masivamente en la UE. Las víctimas, como siempre, las personas más vulnerables, en pos del enredo político de unos dirigentes que tratan de imponer una única posibilidad sin colaboración y alternativa alguna. 

Durante el pedaleo por aquella región cercana a la frontera, recuerdo esto, de junio 2021: Tras el paso por Klusy, un pequeño pueblo, tuve un asalto por parte de un convoy militar: la zona estaba restringida, era una zona de operaciones en unos bosques remotos. Un convoy polaco esperó a una señal de sus superiores para dejarme avanzar, pensando en la posibilidad de que yo pudiera ser un espía venido del Este, en bicicleta, en aquella región cercana a la frontera tensa con Bielorrusia. Recuerdo sus gentes, en aquellos pueblos limítrofes, como Narewka, gente de campo y de bien, humanos del terreno que hoy en día tratan de esquivar las trabas políticas y militares impuestas por el gobierno polaco, para ayudar a estos refugiados, y que las fuerzas polacas tratan de impedir alegando la ilegalidad de traspasar el área demominada de emergencia territorial -special state zone-. Aquella que yo transitaba, junto a Daria, tras la acampada en aquel lago de frontera Siemianowskie, desde donde pude comunicarme con mi amigo Chano, y quien por cierto encendió en mi hace pocos días la luz para escribir todas estas lineas, cuando recibí un mensaje suyo preguntándome a cerca de la situación actual en la zona que transité lentamente, y tras sus dudas sobre el seguimiento fiel que hice sobre mapa en aquel lado oriental de Polonia, sin en ningún momento concebir un cruce hacia el país vecino. 

Erkan tiene frío, no entiende porque está en mitad del bosque, bajo una tienda de campaña y junto a sus ocho hermanos y hermanas, mientras sus padres aparecen de vez en cuando con algo de comer y agua, eso sí, poco clara y bien sucia. Además, fuera del bosque hay un gran revuelo, las personas migrantes están enfurecidas, tratando de destruir como pueden las cercas de alambre de púas que las autoridades polacas han decidido construir para evitar el paso de personas. De hecho, lo consiguen, han conseguido con cualquier instrumento o rama sólida derribar metros de aquel muro fronterizo repentino, en el que el gobierno polaco, e impulsado por la ayuda de la UE, ha decidido gastar fondos comunitarios. No es creible. No puede ser que los políticos y dirigentes asuman esa decisión, de crear muros en lugar de facilitar un acogimiento de personas que sufren, que llevan toda la vida huyendo, que están expuestas al abismo de aquella frondosidad que a mi me asombró tanto. Sobre todo en aquel punto caliente donde está el bosque más longevo de Europa, Bialowieski, cuya espesura es digna de reportajes de National Geographic. Unos por agua, cruzando el Mediterráneo desde África, otros por tierra, pereciendo en la frondosidad verdosa de los bosques fronterizos con Bielorrusia. ¿Qué está pasando?

Los migrantes no pueden retroceder, no pueden volver a Minsk, porque las fuerzas bielorrusas impiden el retroceso de una marcha que ha sido forzada por parte de los dirigentes del régimen de Lukashenko, tras el recibimiento y facilitamiento de su huida de sus paises de origen, en guerra, y como pretexto para una negociación con la UE sin precondiciones impuestas. ¿A caso se están riendo de los más vulnerables en estos momentos? ¿A caso estaba todo pensado para rebajar las sanciones de la UE? Les envian a un lugar que el ejército polaco -viniendo de órdenes políticas- ha cerrado repentinamente declarando el área de emergencia -special state zone-, instaurando un muro con cercas de alambre de púas, y además, evitando que las personas locales de los pueblos limítrofes, donde pudimos disfrutar de la bondad y el acogimiento de las personas del campo, no puedan introducirse para ayudar a los migrantes, expuestos a la vida en los bosques, entre dos lineas, entre dos mundos, en tierra de nadie. Los reporteros y las ayudas humanitarias de ONGs no pueden acceder, solamente aquellos residentes en el área de emergencia están legalmente posibilitados para desplazarse, por lo que llevan semanas tratando de donar comida y agua, víveres básicos junto a mantas y sacos de dormir. Siempre la gente corriente, los del campo, los de la tierra. 

Las temperaturas bajan de 0 a la noche, y más en aquellas latitudes. Recuerdo el pasado invierno, pedaleando en el trabajo en jornadas con mínimas por debajo de -20ºC. Algo extremo, y estando en la zona con clima más suave en Polonia, el suroeste. No quiero imaginar que está pasando por aquellos bosques. La de víctimas sin conocer que pueden perecer, o que ya lo han hecho. Como las que caen al agua en el Mediterráneo. Los miles de migrantes atascados entre los intereses políticos y la desgracia humana. Entre la fatalidad del sapiens que tanto amarga. Y todo por la búsqueda de un ego patriótico en forma de religión, en forma de extensión de una Guerra Fría infinita. El gobierno polaco, liderado por un partido de extremismo político, PiS, prefiere infundir un orden mediante la fuerza, para medirse frente a Bielorrusia, cediendo en la complicidad de la deshumanización que ambos regímenes ejecutan en el presente. La única ayuda, la única salvación de la humanidad, es la bondad y la colaboración de la gente local. Aquellos que encaran una crisis migratoria frente a sus ventanas, frente a sus campos, y están dispuestos a todo para ayudar a mantener el aliento de los más vulnarables en estos momentos. 

Los médicos polacos, desde hace meses en huelga, se agrupan desde diferentes lugares del país para acudir a ayudar en terreno. Se reúnen a través de la recién instaurada agrupación social Medycy na granicy -Médicos en la frontera-. No solo los profesionales, también grupos de personas venidas de todo el país dispuestas a ofrecer su ayuda, tratando de esquivar las areas 'de emergencia' -special state zone- impuestas por el gobierno, y entrando ilegalmente para ayudar a los migrantes, escondidos en los bosques, atrapados sin salida, moribundos, hambrientos, sedientos. Es la región de Podlasie, imagínense, cuyo significado es bajo los bosques. Mientras el gobierno polaco PiS ha declarado inconstitucional el aborto en el 100% de los casos, para evitar así la muerte de los no nacidos. Pero a la vez, hay mujeres afganas y kurdas embarazadas en la frontera de su país que tratan de sobrevivir en condiciones extremas, entre los bosques espesos. Que tratan de dar a luz y mantener la vida de sus pequeños, y la suya propia. Los migrantes más pequeños se congelan, no tienen cobijo, están expuestos bajo el gran roble, de casi 1000 años de antigüedad. Puro sarcasmo político, una pena de humanidad, una vergüenza para las almas eternas.

El 11 de noviembre se celebra la Fiesta de la Independencia polaca, y también el amnisticio de la 1ªGuerra Mundial. Estoy en Francia, llevo casi 7 meses sobre una bicicleta, más de 20.000km desde mi salida en 2019 desde España, y actualmente estoy cruzando tierras galas. El pasado jueves 11 discurría con mi bicicleta por los pueblos franceses, y en cada uno de ellos honorablemente celebraban frente a los monumentos de los caídos en la Gran guerra momentos de silencio y transpiración, además de sonidos al son del himno nacional de la Revolución Francesa. El pasado jueves también celebraba el partido político PiS, y toda Polonia, el día de la nación polaca, que hace 103 años volvió a ser Polonia, tras el fin de la guerra, y tras más de 115 años de dominación prusiana. Un momento patriótico que sin duda muchos polacos hacían honor no construyendo muros, no oponiendo resistencia y exponiendo al abismo de los bosques la vida de niños y niñas, migrantes huyendo de situaciones extremas, sino donando sus esfuerzos por ayudar de cualquier forma a las personas más vulnerables, como manera patriótica de proteger y salvar la vida de otros humanos, sin distinción alguna, porque la única existente no es visible a la vista. Es simplemente una idea creada, efímera.

Lukashenko se aprovecha de la llegada de migrantes a través de Bielorrusia para forzar su salida hacia la UE, y así obligar a los europeos a establecer una negociación con el régimen bielorruso pese a las sanciones impuestas debido a las acciones bielorrusas de los últimos años, y poder así reubicar a los más vulnerables, las piezas del parchis, los refugiados. Ambos dirigentes, tanto polacos y europeos, como bielorrusos, mantienen una pugna por el ego político, basado en las fuerzas del orden, quienes ejecutan las acciones más delicadas. Mientras, solo se piensa en construir muros, vallas mortíferas, y abandonar a su suerte a migrantes expuestos a la espesura de los bosques, el frío invernal, y el hambre. Además, se impide la entrada de periodistas, ayudas, alimentos y personas ajenas al área de emergencia de frontera entre Polonia y Bielorrusia. Pero los polacos locales y demás voluntarios llegados de diferentes partes tratan de esquivar las barreras impuestas legal y militarmente, ofreciendo cualquier aliento, comida, cobijo, saco, manta, bebida o abrazo a los atascados en tierra de nadie. 


FOTOS | CAPTURAS DE IMAGEN DE LAS NOTICIAS

'Polonia establece una cerca de alambre de púas en la frontera con Bielorrusia'

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'Periodistas y ONGs no pueden entrar en el area de emergencia, donde está totalmente vetada la documentación y proveer ayudas'

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'Una familia Kurda de 16 miembros, entre ellos 9 niñ@s, atascados en la frontera junto a otros miles de refugiados'


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'En Minsk (capital de Bielorrusia), pretenden llevar a los paises occidentales a la mesa de negociaciones sin que estos establezcan precondiciones, como la de liberar a más de 650 presos políticos encarcelados tras las manifestaciones pacíficas ocurridas en las calles del país tras las elecciones difusas de agosto 2020, junto con la desaparición de los opositores políticos durante la campaña electoral'

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'Una periodista deja la cámara para coger un bebé refugiado en Narewka, Polonia, en 13 noviembre 2021'

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"No hago preguntas. Si veo a alguien con hambre, le doy de comer, si veo a alguien sediento, le doy agua, si pasa frío, le doy un saco de dormir. Es simple"

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'Tropas militares y guardia de frontera polaca frente a la grieta abierta por los migrantes en las vallas metálicas'

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'Agencias de viaje ofrecen viajes asequibles hasta Bielorrusia desde paises de Asia y Oriente medio, prometiendo una forma barata y rápida de acceder a Europa. Anuncios de Facebook incitan a la gente que busca una oportunidad mejor de vida a gastar los ahorros en el viaje, prometiendo llegar a Europa en tres días'

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'Migrantes atrapados entre Polonia y Bielorrusia'


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'El gobierno polaco no planea una ayuda humanitaria, y apuesta por la fuerza como método contra la estrategia de Bielorrusia'

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'Crisis de migrantes: cientos de hombres, mujeres y niños no deberían ser expuestos a otra noche de temperaturas muy frías...'


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"Estamos en el frente y asumimos el papel y la resposabilidad, como locales, de proveer la ayuda humanitaria. Reemplazamos a las ONGs y cuerpo médico porque no pueden entrar en el área restringida"

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"Los migrantes son rehenes de la situación política, ha sido una encerrona. No me importa si sabían a donde iban. ¿Sabes lo qué puede ser pasar días y días en el bosque sin comida, agua, un sitio donde dormir?"

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11 Agosto 2021. Noticia:





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Mi recorrido por la región fronteriza entre Polonia y Bielorrusia, durante 400km, en junio de 2021, donde hoy en día se suceden estos hechos narrados



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*Fuente propia, testimonios locales, vividos sobre la bicicleta

*Historia de Erkan, el niño kurdo, es un relato inventado, pero que trata de transpotar a una situación del presente, real

*Se desconoce el 99% de la presente situación. Las bases de voluntarios y periodistas son denegadas. El acceso y el control está en manos de las fuerzas polacas y bielorrusas, frente a frente

domingo, 31 de octubre de 2021

'FRÍO' EN LUXEMBURGO Y BIENVENUE A LA FRANCE

A diferencia de Phileas Fogg -quien se propuso dar la vuelta al mundo en 80 días, sin molestarse en pisar tierra firme en los diferentes puertos de llegada-, voy cruzando la tierra sintiendo a cada pedalada y a cada paso lento el recorrido de cada lugar, de cada rincón por descubrir, y que me topo sin quererlo cuando surco los horizontes de Europa. Sin embargo, coincido con él en una cosa. La llegada a la gran urbe produce un gran estruendo dentro de mí. Como si de repente la naturaleza ya no tuviera cabida en su propio espacio, desterrada por el humano, quien a base de alquitrán y edificación en expansión ha decidido generar jaulas abiertas de ruido y contaminación, de movimientos constantes en búsqueda del algún sentido de vida. Es aquí donde menos interés pongo, y a penas siento algo dentro que me incite a indagar ciudades a las que he llegado en bicicleta, y en las que simplemente he transitado de manera fugaz, incierta, intrometiéndome únicamernte en sus barriadas, como en Bombay (India). El propio Fogg -personaje de la novela de Julio Verne- ni si quiera se molestaría en pisarla. Su desinterés, el mío. 

Surcando las últimas centenas de kilómetros germanos, por la sierra Vorges del Norte, previa a mi llegada a Luxemburgo y tras días de salida desde Alemania occidental, entre viñedos que se encierran en las laderas altas del río de frontera, Mosel, amaneceré sobre mojado. Las noches atraen el agua del rocío en ambientes pastoriles. Amanezco frente al Sol, de hecho, evito cualquier sombra matinal que lo oculte, salvo las nubes. Poco puedo hacer con ellas. Pero preparar el té es un método primario para entrar en calor, tras la recogida y el doblaje fresco de la tienda de campaña. Las mátriculas amarillas de los autos luxemburgueses me adentran en un pequeño espacio sede de la Unión Europea, de tamaño provincial español, y cuyo salario mínimo ronda los 2.000€. Las carreteras se estrechan y se convierten en embudos acechados por las máquinas, apartándome del camino, mientras el agua cae sin cesar, y el viento sopla para hacer la jornada de bienvenida más interesante. Un hecho importante cuando cruzo uno de los primeros asentamientos luxemburgueses será a cerca del idioma: ¿qué idioma se habla en este país de centroeuropa, entre Alemania, Bélgica y Francia...? Me informan en francés que coexisten el francés, el alemán y por último el luxemburgués, como mezcla de ambos. 

Al fin el francés. Años esperando una oportunidad para poner en práctica mi tercer idioma más asentado. Se abren las puertas a una nueva comunicación, más extrovertida y desarrollada, una mayor apertura. Mi llegada a la capital, Luxemburgo, cruzando el gran foso a través del puente y adentrándome hacia la Place d'Armes, hará que coincida con un cantante venido de Serbia, apostado en la esquina del centro histórico y que apalea la caja, sobre la que se acomoda, para activar el sonido, mientras entona a capela canciones brillantes. Este tipo, cuyo vuelo le fue denegado y no pudo asistir el día anterior a su propio concierto en la capital, quiso invitarme a una cena -además de ofrecerme hospedaje- para charlar a cerca de más aventuras, gentes, lugares del mundo. Quizás noté algo que me paralizaba, que me limitaba. Tenía una cita con un compañero de la universidad que lleva años asentado en Luxemburgo, además, dormiría en su casa céntrica durante dos noches. Por ello, dejé la cita improvisada con aquel cantante callejero, en quien veía bondad y humildad por labrar, cantar y viajar, queriéndola, pero sintiéndome preso de otra forma de concebir la aventura. Aposté por el destino, y terminé jugando al pádel en Bélgica aquella noche, junto a Beltrán -excompi de la universidad- y sus amigos, para pasar dos días entre cuatro paredes, sintiéndome en otro universo cruzado, preso en aquel ruidoso alquitrán. 

El día de mi partida, el TJUE -Tribunal de Justicia de la UE-, se disponía a presenciar frente a su sede las protestas de miles de polacos venidos del suroeste polaco dispuestos a aguar la frialdad luxemburguesa. La sentencia europea dictaminaba el cese inmediato de la actividad de la mina polaca de Turow, y los mineros polacos no estaban por la labor de acatar la orden de los juristas. La ciudad se preparaba para barricadas matinales, y yo, pensando en el carbón, en los intereses políticos, en la contaminación de esos fósiles -muy pronunciada en países del Este-, en las políticas nacionalistas y antiliberales del gobierno polaco en los últimos años, en la decisión de unos pocos blindados en Luxemburgo sobre el devenir de miles de obreros, apostados en la pobreza del Este alejado de la raíz europea... frente a un mundo caótico, me encaminé para cruzar en aquella jornada nublada, y muy finalmente, a Francia. 

El serpenteo fue acentuado. Los accesos y carreteras se cortaban, teniendo que lidiar sobre mapa con opciones imprevistas. Al llegar a Francia sentí un impulso de energía venida de tierras conocidas, de un idioma de nuevo comprensible. Aquellas primeras horas en Francia del Norte, en la región de la Lorena, hicieron que me adentrara sin quererlo en una zona que acabaría siendo un refugio improvisado al final de la jornada. Mis sensaciones no esperaban que desde el primer día en Francia pudiera recibir tal cantidad de simpatía y recibimiento. Mis planes pasaban involuntariamente por poder hacer una estadía en Francia sintiendo el ritmo de la tierra durante el pedaleo, poniendo en práctica mis habilidades lingüísticas y adentrándome, como siempre, en el folclore de cada región. Escuchándola y escribiéndola al mismo tiempo. 

Tras salir de la carretera principal en Landres, comencé a transitar caminos asfaltados entre pueblos de la región tan disputada a nivel histórico, por alemanes y franceses, y que me llevarían hasta Affléville. Este asentamiento de alrededor de 100 habitantes terminó siendo mi guarida aquel día. Y todos los siguientes. Al pasar frente al número 8 de la Rue du Château, una vecina, Eliane, de mediana edad, salió al paso, ofreciéndome hospedaje y cobijo dada mi disposición sobre la bicicleta, y mis intenciones humildes de dormir bajo tienda de campaña. Aquellas jornadas de finales de Octubre asistí junto a los paisanos a obras magníficas de teatro vanguardista, excepcional, como A vau l'eau, en el pueblo de Anoux, o L'Enfant, en Jarny, además de ser invitado a un concierto de jazz gitano en la sala magnífica de Lachaussée, en el Grange Théâtre, una granja reconvertida por artistas de lujo, como Carlo. Sin buscarlo, y absorbiendo y desplegando como la propia planta al realizar la fotosíntesis, me veía rodeado de una energía y un ambiente excepcional, en el que sigo apostado, junto a Patrick y Marjin, y otros franceses norteños que apuestan por la vida rural y el mantenimiento de una sinergia excepcional junto a las nuevas generaciones. Renovaríamos salas del colegio local de Affléville, y los más pequeños y curiosos del lugar me harían preguntas sin cesar a cerca de mi tierra, España, mis aventuras, mi bicicleta... curiosos por ese forastero llegado en bicicleta de tierras lejanas, y acogido en casa de Eliane. 

Además, conocería a más gente local en una marcha de 10k entre senderos, campos cosechados y caminos de bosque de la región, con motivo del cáncer de Mama. Conocí a Luci, la profe de gimnasia y deportes de los pueblos de la zona, y coinicidí con el bueno de Eduardo, el granaino. Este buen hombre, afincado en Carchuna (Motril, Granada), ronda la jubilación, y mientras puede vive en la costa granaina. No obstante, como buen emigrado español de los años 60, ha pasado toda su vida en Francia, y su idioma es el francés, aunque tiene un acento español granaino muy gracioso. Que buena gente. De hecho, coincido con él al localizar el pueblo de Carchuna, que he cruzado ese lugar en mi recorrido en bicicleta por la costa española hacia Málaga, pasando por la nacional de enfrente. En esta región, entre el Benelux, Alemania occidental y el Norte francés, hay muchos 'niñ@s' de la emigración española de los 60. Vivieron pocos años en España y es muy curioso como se aferran a su raíz española. De hecho, muchos de ellos disfrutaron de visitas y viajes a su origen debido a ayudas que Franco concedía en los años 70 para atraer a los crecidos en otros países de Europa. Además, la región de Luxemburgo en especial, está repleta de portugueses, italianos, españoles y eslavos del Este, de raíz, cuya vida ha emigrado a este emporio europeo. 

Durante los primeros días en la campagne francesa, mi huésped Eliane me acercó a Verdún, sede mundial de la paz. Este territorio fue testigo del horror y la destrucción a la que puede llegar el ser humano con sus acciones y debates. En 1916, durante muchos meses, allí se mutilaron los alemanes y franceses unos a otros, durante la 1ª Guerra Mundial, en flancos de la tan disputada Lorena. Fue la batalla más destructiva de la Gran Guerra, sin ser la más decisiva, que arrasó la vegetación e inundó de obuses y minas de detonación un terreno cuyo aspecto actual se equipara a un campo de hoyos constantes provocado por las millones de explosiones. De hecho, le región y campos de alrededor siguen siendo inpractibales debido a la gran cantidad de explosivos activos y escondidos que todavía yacen. Pueblos arrasados, un total de nueve, como Fleury devant Douamount, y cuyos espacios son recordados con placas conmemorativas. Muy cerca, entre aquellos bosques, se encuentra el Osario de la batalla de Verdún, que guarda los huesos de cientos de miles de soldados sin identificar, además de miles de tumbas de todos aquellos fallecidos por las disputas humanas, bajo cruces blancas. Un lugar sin duda que promulga al silencio y la reflexión. 

También visitaríamos -me llevarían en coche- la región vecina y hermana, la Alsacia, que formó como la Lorena, parte de la Prusia alemana del siglo XIX. Iríamos hacia Colmar, una pequeña villa con casas encajadas de madera y en cuyo centro degustaríamos en el caserío local Pfeffel platos típicos de la región, junto a vinos burbujeantes alsacienses. Colmar vio nacer al escultor Bartholdi, autor de la Estatua de la Libertad, obsequio francés a los americanos en el centenario de su independencia, en el año 1886. También pasamos por Estrasburgo, la tercera capital de la UE, y sede de la misma, apostada en el valle del río Rin, frontera con Alemania occidental. Aquel día terminamos en Metz, una pequeña villa de esta región, a 40 km de Affléville. 

Durante los próximos días seguiré compartiendo momentos en la tan calurosa región de la Lorena, junto a los paisanos franceses, adentrándome en la cultura francesa, sintiendo la bondad de sus gentes y las ganas de abrirme sus paraísos secretos. Desde aquí, desde el número 8 de Rue du Château, en Affléville, continúo una estadía temporal para quizás pasar el invierno que se avecina, frío por estas latitudes, practicando la lengua francesa y trabajando localmente, buscando una oportunidad laboral en la industria ciclista -con tanta oferta en estos tiempos- o en algún proyecto interesante que aparezca en los próximos días, además de seguir trabajando sobre más escritos e historias.

— [TRAS 18 DIAS RECIBIDO EN AFFLÉVILLE]—

Seguí rumbo sur de Francia, finalmente. Las oportunidades son escasas a la llegada del frio y del invierno, y empieza a azotar la temperatura bajo 0. He de pedalear para alcanzar el Sur lo antes posible.


Carlo -a la izq-, cofundador e impulsor del Grange Théâtre, en Lachaussée, frente a espectadores improvisados, hace muchas décadas


Buzón en Affléville


Navaja prestigiosa Opinel, de la Saboya francesa, en los Alpes, que confecciona y perfecciona desde el siglo XIX la familia Opinel. He recibido una como obsequio en mis primeros días en Francia


Mi huésped, Eliane, frente a la Catedral de Notre Dame de Estrasburgo


Osario y cementerio de Deaoumount, donde tuvo lugar la destructiva batalla de Verdún (1916)


Restos de cientos de miles de soldados sin identificar, de los combates de Verdún durante la Gran Guerra (1916)


Estrella de tierra, seta muy particular por su forma, al borde de caminos


Último amanecer alemán orientado hacia el Este, desde mi tienda de campaña



viernes, 22 de octubre de 2021

POLARSTEPS | SEGUIMIENTO DE RUTA


Hola. A través del siguiente localizador virtual, podréis ubicar mis pedaladas y orientaros conmigo:

https://www.polarsteps.com/pedaleoalinfinito

AHORA ESTÁ DIRECTAMENTE DISPONIBLE EN EL APARTADO 'MAPA'

Saludos

Kike

sábado, 16 de octubre de 2021

ALEMANIA | BAVIERA, SELVA NEGRA Y KARLSRUHE

Desde mi camino por Alemania, todo se tornará, contra cualquier pronóstico, espléndido, y el nivel de acogimiento y simpatía romperá los límites de lo inesperado. 

Así, siento que algo nuevo está por llegar, básicamente un nuevo idioma, el alemán -para mi incomprensible-, y quizás un entorno menos amigable. Pero esto no sería más que un prejuicio sin importancia. Salir de países del Este, eslavos, con aires más primitivos y risueños, paganismo milenario todavía incrustado en aquellas almas que tanto me han ofrecido en mis casi dos años por aquellas tierras, significaba un paso importante. Y más a una velocidad media de 15k/h. Esto es un pedaleo lento, pero preciso.

Sin más, en mi primer día en Alemania, trato de asentar un vocabulario de supervivencia, como muestra de respeto hacia la gente local, y tratar así de facilitar el contacto. A orillas del río Regen, y ya en la medieval Cham, empiezo a notar aires frescos, con una disposición germana estructurada, ordenada, y a la vez un folclore muy simpático. Personas locales me paran en la plaza, me preguntan a cerca de mis hazañas, y se predisponen a hacerme la traducción de algunos vocablos útiles del idioma alemán. Además, los caminos que transitan por el valle del río citado son pasos ciclables por los cuáles discurren sin cesar alemanes de todas las edades -principalmente edad avanzada, o jubilados- con bicicletas impulsadas, eléctricas. Exactamente, me percato de la grandísima cantidad de eléctricas, y de manera constante, con calidades bastantes altas. Estoy en Alemania, y este dato, junto con la cantidad de pueblos con encanto, pueblos preservados de maneras muy particulares, medievales y con mucha claridad, harán que discurra con asombro y muy buena sensación lugares para mi desconocidos hasta el momento. Estaba en la zona de Baviera, el reino de los germanos del sureste, donde Bayern y la capital Munich, y donde la cerveza local se convertirá en un 'deber' desde el momento en que se me presentara tal oportunidad. Sin embargo, el idioma hizo estragos los primeros días, y notaba una cierta lejanía que hasta el momento llevaba tiempo sin recordar.

En video, a la salida de Cham

Los primeros días de octubre el frío matinal y el rocío hacían su presencia. No obstante, seguí poniendo la tienda de campaña descubierta para observar al dormir el cielo estrellado, y bien claro, junto con el movimiento lunar. Las noches frescas y por debajo de los 5 grados no son un impedimiento, y cuán importante es un saco de dormir muy apto para bajas temperaturas. El rocío al atardecer de aquel pinar cercano al ríachuelo Hiltenbach creaba un ambiento bucólico y asombroso. No pude parar de contemplar esa niebla de agua flotando extendida por las praderas de aquel inmenso valle, rodeado de pinos, y que se extendía a lo largo mojando muy lentamente todo a su paso, incluso tuve que apresurarme muy rápidamente dentro de mi tienda de campaña. Aquella noche, las nutrias jugaban, o se movían, y así me recordaban, sin quererlo, que yo era simplemente un invitado en aquel bello lugar. Por la mañana buscaría rápidamente el Sol para prepararme un té caliente, que lo encontraría en la ladera cercana al pueblo de Strahlfeld, donde los rayos incidirían directamente sobre mi cara y mi cuerpo, y yo dejaría toda esa luz traspasarme hasta el alma, contemplando aquel paisaje, y sintiéndome muy afortunado por la presencia ante aquel espectro natural, bajo el cobijo del manzano. 

A lo largo del río Naab pasaría pueblos germánicos de escándalo, como Burglengenfeld, y especialmente Kallmunz. Centenas y centenas de siglos transportado cuando recorres estos lugares, imaginando un ambiente bávaro increcentado por la cerveza local, que yo seguía sin lanzarme a probar.  Lo intentaría en mi paso por Berching, otro enclave medieval en el valle, turístico, donde finalmente seguiría mi camino, y quedaría de nuevo maravillado por la belleza de aquel lugar.

Pueblo Burglengenfeld, Baviera, Alemania


La paciencia, la sinceridad, la libertad y sobre todo, ser uno mismo, sin tener en cuenta preocupaciones como dónde dormirás, qué comerás, o en su caso, qué beberás, a veces, y sin pensarlo y sin si quiera recordarlo, conducen a situaciones mágicas. De aquellas dignas para guardar en una caja fuerte de recuerdos para la vejez. De hecho, aquella noche vendría uno de aquellos momentos. En la puesta del Sol normalmente decido hacer una acampada libre, valorando con algo de tiempo un lugar idóneo. Pero aquella tarde, y en mi paso por Titting, un pueblo con mucho encanto, paré en la terraza del bar-pizzería Braustuberl, un local con cerveza local Gutmann producida en el castillo de enfrente del lugar. Desde entonces, fui centro de miradas de aquellos paisanos que degustaban sin parar litros y litros de aquella espectacular cerveza. Ellos no hablaban inglés, yo menos alemán. Finalizadas dos pizzas y un litro de cerveza, apareció un hombre que vino directo a mi mesa. Era Michael, de mediana edad, hablaba buen inglés, y sorprendido por mi bicicleta, preguntó por mis hazañas y mis viajes. Me sinceré, aquella cerveza era un manjar, y llevaba soñando desde mi entrada en Alemania con tener una oportunidad como aquella. Sin más, reconoció ser el heredero y dueño de la cerveza Gutmann, fui invitado a la mesa con sus amigos, a la cena, a más litros de cerveza, y además, terminé durmiendo en una gran habitación de aquel gran castillo de los Gutmann. 

Mi único recuerdo del momento Gutmann, en Titting. Ilustrado el Castillo de la cervecería, donde fui invitado a pasar la noche


Durante la siguiente jornada, y sabiendo desde entonces que ese área estaría lleno de zonas arqueológicas y excavaciones, por ser el área limítrofe que separaba a los romanos de los pueblos germánicos, quedaría maravillado por la gran cantidad de aperturas en tierra y ruinas constantes a mi paso por aquellos caminos de Baviera. 

Ruinas romanas, zonas arqueológicas constantes en el sur alemán

Seguí mi camino hacia mi primer destino alemán, en Rothenburg am der Tauber. Previa a mi llegada, amanecí en un pequeño pinar frente a enormes campos amarillos de colza -con esta flor se produce aceite-, en una jornada algo lluviosa y fría. Sin parar de recolectar el fruto constante de los perales, manzanos y nogales, que a cada lado de los caminos encuentras, y con los que evitas la fructosa de los mercados, para obtenerla directamente de su origen -y qué maravilla- llegué a Rothenburg. Enclave medieval a lo alto del río Tauber, una Marktplatz con tanto encanto, y aquellas calles estrellas dentro de las murallas. Desde entonces, sería acogido durante cuatro días y tres noches en casa de los Zinner, un matrimonio mayor que fueron huéspedes y muy amigos de mi tía Beatriz durante muchos años, hasta el presente. Recibiría todo el calor humano del mundo por su parte, durante unas jornadas en las que el idioma, y a pesar de mi nulo alemán y el nulo inglés de los Zinner, no sería un impedimento para nuestras conversaciones a través del traductor electrónico, o en polaco a través de su vecino de origen polaco. Los Zinner decidieron un camino hace muchas decenas de años en el que facilitarían la estancia y acogerían a muchos estudiantes provenientes de todos los rincones del planeta, para estudiar idiomas normalmente en el Insituto Goethe, hoy convertido en un colegio Montessori. A través de su presencia y las historias de aquellos estudiantes, recorrerían el mundo y harían amigos de todos lados sin moverse mucho de su pueblo, recibiendo muestras de afecto cada año a través de correspondencias, fotos, libros y regalos de toda clase de aquellas personas a quienes acogieron a lo largo de más de treinta años. Su presencia denotaba humildad, simpatía y mucha bondad. 

En Rothenburg, junto al matrimonio Zinner


Mi rumbo se encaminaba hacia el occidente alemán, concretamente la pequeña ciudad de Karlsruhe. Tras mi marcha de Rothenburg, de nuevo en el camino, y a 180 km de mi próximo destino, continuaría pedaleando en mi paso por aquellos pueblos germanos tan únicos. El próximo día el Sol saldría directamente para saludarme sin necesidad de moverme de la tienda de campaña, en aquellos pastos cortados. Aquel día sería interceptado en Schwaigern por una familia de ciclistas. Carmen, Volker y el pequeño Kaeylar me invitaron a un helado, y Carmen, una madre mayor con mucha descendencia, insistió en invitarme a dormir en su casa del pueblo cercano, en Massenbach. Pedalearíamos unos cuantos kms juntos, con el pequeño Kaeylar, de tan solo 4 años, y en quien observaría un crecimiento ejemplar y saludable, proveniente de la armonía parental, en aquel maravilloso entorno rural. De hecho, desde hacía decenas de kms observaba por primera vez viñedos en los campos de Europa, por lo que el vino se hacía común en la región, y justamente la energía de aquella jornada cerraba un círculo que, al comenzar a ver la vid constante, pensé en la posibilidad de degustar en algún momento algún buen vino local, y la oportunidad se me presentaba en otra mágica historia de personas entusiasmadas por acogerme, darme cobijo y brindar con un buen vino regional. Antes de partir a la mañana siguiente, ajustaría la bicicleta del pequeño tarzán de la casa, y pondría rumbo hacia la ciudad de mi amigo Dani, el alemán, en Karlsruhe. 

Junto a Kaeylor, en Massenbach

Llegaría hasta Ruppur, un pequeño enclave suburbano de Karlsruhe, desde donde escribo estas lineas, en la casa familiar de Daniel, desde el mágico jardín de Berni's Paradise Place, su padre. Desde entonces, decidí poner rumbo hacia la famosa Selva Negra alemana -Schwarzwald-, para recorrerla durante varios días a pie, y después regresar a Karlsruhe. Armando una mochila-macuto de 40L -que seria un regalo de la familia de Daniel- para mi pequeña expedición por esta baja cordillera, que duraría contra pronóstico cuatro días, comenzaría mi marcha desde el pueblo Baden-Baden, donde me acercaría Berni en su coche, clásico Mercedes de los 80. La Selva Negra es un entorno que llevaba muchos años entre mis intenciones. Esta baja cordillera, llena de bosques oscuros poblados principalmente de abetos -el famoso árbol de Navidad-, recorre de norte a sur en el suroeste alemán unos 160 km, y en la que se encuentran numerosos pueblos muy folclóricos de la región, junto con atracciones naturales, hasta la frontera con Suiza al sur. De hecho, estos bosques hacían de frontera natural con los límites nortes del Impero Romano, y los propios romanos lo llamaban 'las selvas de la frontera'. Esta negrura se debe a su repoblación y monocultivo de abetos, que tuvo lugar tras la 2ªGM, cuando la zona quedó devastada, y los alemanes -controlados por los estadounidenses en aquella región- hicieron un plan de reforestación mediante el árbol rey de centro Europa, el abeto, de madera moldeable y crecimiento y conquista muy rápida. Hoy es uno de los problemas en la Selva Negra, y con la expansión de las zonas protegidas de Parque Nacional, se intenta no solamente limitar el poder y acción de las empresas madereras, sino también expandir el crecimiento de otras especies como pinos y frondosas -hoja caduca-, que enriquezcan el área.

Aquella primera noche, en solitario esta vez -atrás quedó la expedición junto a Daria y más conocidos en las cordilleras polacas-, me refugiaría en la caseta dispuesta en Badener Sattel, cercano a los 900m de altura. Pasaría una noche magnífica en un silencio imperante, junto a mi termo del té, y en la que las temperaturas descenderían, y llovería, pero me sentiría afortunado en mi pequeño cobijo y gracias a mi buen abrigo. Durante la jornada siguiente caminaría por aquella frondosidad tan espléndida, sin cruzarme ser humano alguno en más de 24 horas. Vendrían a mi mente los escritos del autor aleman Hermann Hesse, nacido en Calw, un enclave de la Selva Negra, y cuya inspiración provendría en gran parte de sus tan amados bosques, aquellos que yo transitaba esos días. Sus obras El caminante, El lobo estepario o Bajo las ruedas, entre otras, muestran una lucidez y apertura de un alemán nacido en el s.XIX, que presencia los horrores de las grandes guerras y movimientos del s.XX, adentrándose de una manera exquisita en el alma humana y en el mundo que contemplaba, para irse a la naturaleza como recurso de evasión y de contemplación de la belleza, de la forma más pausada, caminando, escribiendo, ilustrando. 

Y así, sin más, vendría un temporal de lluvias que haría la jornada intensa en las zonas del Parque Nacional, donde querría alcanzar un refugio en el descenso hacia el pequeño lago de Wildsee, tras más de 20 km andados, sin saber que, a parte del diluvio en la puesta de Sol, el descenso seminocturno hasta
los 900m de altura -viniendo de los 1300m-, entre caminos conquistados por la vegetación, en una zona muy poco pisada, llegaría empapado a Wildsee, un enclave natural de película, que disfrutaría a duras penas a la mañana siguiente, porque en aquel momento me encontré con el refugio cerrado, y la necesidad imperante de ponerme un techo con mi tienda de campaña. Tuve que armarla rápidamente para evitar la entrada de agua -aunque poco pude hacer con aquellas lluvias-, y quitarme mis ropajes mojados, para intentar que el material básico para dormir -camiseta y saco de dormir- quedarán lo más intacto posibles. Mi reposo fue escaso, bajo el ruido constante de lluvias que no cesaron durante la noche, y que parecían tumbar mi tienda de campaña. Pura ensoñación, tengo buena fortaleza, pero el frío si estuvo presente durante toda la noche, a parte de estar encharcado de agua. Además, mentalmente trazaba un plan para salir rápido de allí a la mañana siguiente y así entrar en calor lo antes posible. Pero se tornó una mañana clara, muy fría, pero tranquila, frente a un lago que parecía un espejo gigante, incrustado en el bosque, bajo la ladera. Entré en calor con tés y unos tagliatelle de espinacas cocidos y cocinados con salsa de tomate y setas cogidas el día anterior. Que delicia. Cogí las energías suficientes como para echar a andar de nuevo con 13 kilos a la espalda, ascendiendo los 400m de la ladera, y encontrando algo de civilización a escasos kms. 

Después, los rangers me recomendarían no confiar en los albergues de montaña: la mayoría estaban indispuestos por la situación covid, y habían cerrado o ya no acogían a gente. La zona estaba calificada como desierto de la Selva Negra. Por ello, bajé por el valle del río Rotmurg hasta alcanzar Obertal, donde haría jornada al cobijo de la pensión Zur Sieberei, para secar la ropa, y entrar en calor, haciendo noche al abrigo de una cama, finalmente. Desde allí, y ya recuperado de las 48 horas de mal tiempo, por fín salió el tan amado Sol, al cuarto día de la corta expedición, y puse rumbo hasta Baiersbronn, recorriendo los últimos 13 kms, desde donde cojí un tren de vuelta a la ciudad de Karlsruhe, tras un total de 60 km caminados. 

En video, la pequeña aventura en la Selva Negra 

Berni y Silvia me esperarían en la ciudad. Junto a Berni -padre de mi colega Dani- disfrutaría de una jornada magnífica, quien entusiasmado con su invitado, me mostraría su bici eléctrica con impulso trucado -llegando a los 70k/h-, además de llevarme a su club de Rupport, centenaria unión de fútbol local, donde comería junto a sus colegas alemanes, y desde donde pedalearíamos la zona al compás de la música ochentera de su rápida bicicleta. Estos días esperaría a Dani en casa de sus padres, quien, tras jornadas en la universidad y en los entrenamientos de la policía alemana, vendría para por fin pasar unos días juntos, asistiendo al partido del equipo de Karlsruhe -2ª div. alemana-, siendo invitado por los propios jugadores al área reservada en tribuna para familiares y amigos de los futbolistas, con invitación de cervezas y salchichas alemanas incluidas, siendo la segunda vez que me pasa desde mi salida en bicicleta en 2019 -la primera vez fui invitado por los jugadores españoles de 1ª división del Dynamo de Tbilisi, a mi llegada en bici hasta Georgia-. 

Berni y su bici trucada

  

Junto a Dani, il polizei, junto a sus colegas jugadores del Karlsruhe SC Fabio y Marc, tras el partido contra Erzgebirge Aue (2-1)


En verde ruta desde Polonia hasta Karlsruhe (+1500k, +3000k pedaleados en toda Polonia, +760k a pie por las cordilleras de Europa, en 2021), a 15 Octubre 2021. Dirección Luxemburgo y depende del factor clima